Memory Hotel - Dave Matthews & The Rolling Stones
Anoche, como en la mayoría de las noches me deprimí un poco. Quizás porque la noche me parece tan vacía y sinónimo de llanto y de recuerdos dolorosos del pasado. No lloré, el llanto se secó hace meses, pero sentía una pequeña opresión en el pecho. Deprimirse es típico de la adolescencia (o por lo menos eso me dijeron), con las hormonas y todo eso es el tiempo del drama, de las pasiones y de las emociones. Es cuando se define nuestra personalidad y cuando nos cuestionamos prácticamente todo. Estaba en un letargo en mi cama, ni despierta ni dormida, simplemente respiraba tranquilamente en la oscuridad del cuarto, cuando todos dormían... Entre la ensoñación y la imaginación de mi mente apareció una cara conocida... La que me mantuvo de pie por dos años y la que desesperadamente trato ahora de conquistar. Recordé entonces, el Mayo del 2007... Recordando todo lo que mi memoria podía localizar sobre mi vida, concluí que el Mayo de ese año había sido el mejor mes de mi corta vida hasta hoy... Es que en ese mes pasó tanto, mi alma sintió tanto... No había experimentado antes un acercamiento al amor como el que hizo mi corazón ese mes. Mi cariño era correspondido. Era totalmente feliz y no me quejé... Fue un mes de agradecimiento. Fue el que me alimentó y me alimenta. Entonces esa noche soñé con los colores de ese mes. Soñé que ese amor correspondido florecía. Desenvolví viejos recuerdos. Cosas que estaban adormecidas. En resumen: anoche hice lo que NUNCA se debe hacer: mirar atrás. Pero no hubo mucho dolor, hubo más nostalgia que otra cosa. Extrañe con fuerza al Mayo del 2007. Esa fecha tan significativa para mi corazón. Extrañé las tardes en la entrada de mi casa, extrañé los "te quiero", los "te quiero mucho", las conversaciones en el Messenger, extrañé nombrarlo: dejar que su nombre se deslizara por mis labios, escribirlo y escribirle, los roces de la mano, los abrazos, la presencia pero sobre todas las cosas extrañé sus ojos enamorados y el dolor tan placentero que me producía en el estómago cuando me hablaba. Extrañé con fuerza cada detalle de Ese Mes. Reflexionaba y memorizaba esa cara tan querida en mi mente a oscuras, en la tranquilidad. Me pregunté que estaba haciendo él, si estaba durmiendo, ¿en qué soñaba?, ¿que posición tenía cuando dormía?, ¿como era su cuarto?, ¿que sábanas usaba? y otros tipos de frivolidades...
Cuando desperté recordé una conversación en particular y me dispuse a encontrarla en la PC. Afortunadamente para mí fue una suerte del cielo que no se pudo formatear esa parte de la memoria. En el buscador puse "mayo 2007" y sacó una lágrima de mis ojos haberlo encontrado. Leí el historial de conversación. Cada frase tan cargada de sentimientos me producía un vestigio de esa especie de remolino en el estómago. En otro contexto, en una conversación yo misma había dicho "no todo se puede en la vida", y resultó ser una ironía que se aplica ahora, bajo otro contexto. Leía todas esas conversaciones con nostalgia y tristeza como si fuera un cuento, cuyo final sabía que no tenía un final feliz: "La Historia del Mayo del 2007". Fue puro masoquismo, pero en parte me sentí feliz por recordar los tiempos dorados en los que yo era feliz y completa con alguien a quien amar. No digo que ahora no me sienta feliz pero siempre va a faltar algo y en este momento es él quien me falta y recuerdo ese bendito mes con cariño. Lo bueno de todo esto es que esa experiencia me hizo más sabia y calculadora y esa herida cicatrizó y me ayudó a amar de forma más saludable. A pesar de extrañar y de pensar que es el pasado, la llamita de la esperanza brilló con furia en mi corazón y permití que me dejara llevar...
domingo, 28 de septiembre de 2008
sábado, 27 de septiembre de 2008
Esos tontos años...
Parte 5
No recuerdo tal cual los días que le siguieron a ese, pues todos eran iguales, todos esos días desolados tenían una cosa en común: el dolor. El dolor era inmenso, incontenible, pero atacaba en la noche. La noche se convirtió en testigo de mi sufrimiento. Sentía el típico dolor en el pecho, el calor de la sangre que salía por mi nariz, la tibieza de mis lágrimas que salían una tras otra. Mientras en mi cabeza sólo había una imagen, una sola: la de él y a su vez, el eco de mi voz que gritaba “¡Fran, Fran, Fran!” Me ahogaba con la almohada para no hacer el más mínimo ruido, reprimía los gritos que con tanta pena hubieran escapado de mi boca si hubiera estado sola en mi casa. Aproximadamente, hacía esta especie de ritual todas las noches, durante una o dos horas hasta que mi pulso y mi llanto se sosegaban y me quedaba dormida por el cansancio y el estrés. Durante el día, evitaba cruzarme con esa cara tan familiar, tan querida. Aunque millones de veces fue inevitable cruzarme con ella, sentía su vergüenza y la mía como si fuera una carga pero, él era una especie de cura: cuando pasaba a su lado, cuando lo rozaba, cuando lo descubría mirándome el fuego de la pasión y el cariño que sentía por él florecía de golpe: lo apreciaba demasiado, lo idealicé, pensar en él me producía lágrimas de felicidad. Es que no podía concebir en el mundo criatura más perfecta que él (se ahora que nadie es perfecto obviamente, pero en ese momento estaba “ciega” de cualquier cualidad negativa que pudiera poseer). Sorprendentemente éramos casi iguales y no tardé en razonar y concluir que estábamos predestinados. Era mi espejo, era mi yo más perfecto pero ahora puedo ver con claridad que inconcientemente veía lo que quería ver: el hecho de que lo haya idealizado tanto había escondido sus imperfecciones humanas y típicas de un adolescente, este ser era como cualquier otro ser humano de 15 años: inmaduro, inexperto, y obviamente con sus respectivas hormonas erupcionando como un volcán… Pasaban los meses y yo era una flor marchitada y seca a pesar de las lágrimas que salían con facilidad. Las canciones “sin miedo a nada”, “If you are not the one” y “si tu no vuelves” se convirtieron en himnos que facilitaban mi catarsis por las noches, el día se había transformado en un tiempo de preparación para esta, además de que era una viva imagen del acoso, ya que lo perseguía intentando hacer encuentros casuales. Lo gracioso era verlo a él, ya que como era extremadamente tímido, inmediatamente se le sonrojaban las mejillas, se tensionaba y alzaba el cuello con vista al frente (cualquiera que lo hubiera visto diría que tenía lastimados los pies, había visto un demonio o estaba jugando a ser un militar). Se tensionaba tanto que parecía como si ni una aguja pudiera penetrar su piel (sigue teniendo esas reacciones hasta hoy). Todos eso no me ayudaban en lo más mínimo pues mi cruel cerebro concluía la razón equivocada del porqué a estas reacciones…
Se acercaba la fecha de nuestro campamento anual y yo lo esperaba con ansias, lo esperaba pensando que sería un lugar de reposo, de asilo, de rehabilitación para liberarme del enamoramiento pero no fue así: no hubo día de esos cinco en los que no pensara en él con nostalgia y amor. Pero, a pesar de la enorme tormenta de mi mente, no fui sola a ese campamento: fui con mis amigos, esas criaturas maravillosas que estuvieron ahí conmigo en los momentos en los que las lágrimas tocaban las puertas de mis ojos pero sorprendentemente no lloré. Con respecto a los amigos, no tenía al mundo entero (ni nadie lo tiene, debo agregar) pero un puñado que podía contar con mis manos fueron mis doctores y mis psicólogos, uno en particular… Este alguien (quien tuvo y tiene un papel mucho más importante en el 2do y 3er año de mi secundaria) fue quien me acompaño en casi toda la jornada… Éramos amigos desde que yo había entrado en 7mo grado de primaria y aún lo seguimos siendo pero en diferente forma (que contaré más adelante). Hablamos sobre los temas serios y sobre los informales con total soltura y se convirtió como en una especie de hermano, o por lo menos así lo veía yo…
En ese campamento realmente la pasé bien y al no tener nunca un momento de soledad, las lágrimas y el dolor se habían tomado una semana sabática y realmente me sentí bien, aliviada, con menos peso…
Cuando volvimos, todo volvió a su estado normal, con lágrimas y todo… Pero seguía viendo a Fran como a un dios: sus ojos verdes eran tan profundos que cuando me miraban parecía como si revolviera mi alma descubriendo todos sus secretos, su figura esbelta se llevaba mis ojos a tal punto que era imposible desviarlos, y su piel de bronce que parecía de oro bañado al sol hacía que convirtiera mis manos en puños para evitar tocarla. Pero fueron en esas noches de delirios, entre esas lágrimas, esa melancolía cuando nació otra de mis muchas pasiones, cuando ponía “If you are not the one” y leía las instrucciones de cómo usar una casilla de blogger con un paquete de pañuelos en la mano, la pasión que ahora aplico y la que me libera: la pasión por escribir… La escritura sirvió como una terapia fácil de aplicar en cualquier papel, pues me descargaba en un diario cuando no tenía una máquina cerca. En clase o en casa: pluma y papel… Y lo hice como lo estoy haciendo ahora: escribiendo testimonios de mi vida en el pasado. El romance ayudó a que estos testimonios le agreguen un toqué dulce y agónico, esa marca tan particular en cualquier escrito sobre el amor. El dolor ayudó a hacerlos más como si fueran lamentos o susurros del viento. Los momentos de alegría les daban humor y cariño suaves o eufóricos como rayos de sol en primavera. Y la nostalgia les dio sabiduría, experiencia y aire sosegado. ¡Pero estoy divagando!
El año transcurrió así: persiguiendo en el día, llorando en la noche. De entre todas las ideas de mi cabeza, surgió una, pequeñita como una pepa de chocolate pero luminosa e interesante como una lamparita que mi cerebro identificó como una posible salvación: el suicidio…
Definitivamente tenía algo atravesado en el cerebro: el suicidio no era la solucion (obviamente), aunque lo rosé muy de cerca pero eso es algo que contaré más adelante...
No recuerdo tal cual los días que le siguieron a ese, pues todos eran iguales, todos esos días desolados tenían una cosa en común: el dolor. El dolor era inmenso, incontenible, pero atacaba en la noche. La noche se convirtió en testigo de mi sufrimiento. Sentía el típico dolor en el pecho, el calor de la sangre que salía por mi nariz, la tibieza de mis lágrimas que salían una tras otra. Mientras en mi cabeza sólo había una imagen, una sola: la de él y a su vez, el eco de mi voz que gritaba “¡Fran, Fran, Fran!” Me ahogaba con la almohada para no hacer el más mínimo ruido, reprimía los gritos que con tanta pena hubieran escapado de mi boca si hubiera estado sola en mi casa. Aproximadamente, hacía esta especie de ritual todas las noches, durante una o dos horas hasta que mi pulso y mi llanto se sosegaban y me quedaba dormida por el cansancio y el estrés. Durante el día, evitaba cruzarme con esa cara tan familiar, tan querida. Aunque millones de veces fue inevitable cruzarme con ella, sentía su vergüenza y la mía como si fuera una carga pero, él era una especie de cura: cuando pasaba a su lado, cuando lo rozaba, cuando lo descubría mirándome el fuego de la pasión y el cariño que sentía por él florecía de golpe: lo apreciaba demasiado, lo idealicé, pensar en él me producía lágrimas de felicidad. Es que no podía concebir en el mundo criatura más perfecta que él (se ahora que nadie es perfecto obviamente, pero en ese momento estaba “ciega” de cualquier cualidad negativa que pudiera poseer). Sorprendentemente éramos casi iguales y no tardé en razonar y concluir que estábamos predestinados. Era mi espejo, era mi yo más perfecto pero ahora puedo ver con claridad que inconcientemente veía lo que quería ver: el hecho de que lo haya idealizado tanto había escondido sus imperfecciones humanas y típicas de un adolescente, este ser era como cualquier otro ser humano de 15 años: inmaduro, inexperto, y obviamente con sus respectivas hormonas erupcionando como un volcán… Pasaban los meses y yo era una flor marchitada y seca a pesar de las lágrimas que salían con facilidad. Las canciones “sin miedo a nada”, “If you are not the one” y “si tu no vuelves” se convirtieron en himnos que facilitaban mi catarsis por las noches, el día se había transformado en un tiempo de preparación para esta, además de que era una viva imagen del acoso, ya que lo perseguía intentando hacer encuentros casuales. Lo gracioso era verlo a él, ya que como era extremadamente tímido, inmediatamente se le sonrojaban las mejillas, se tensionaba y alzaba el cuello con vista al frente (cualquiera que lo hubiera visto diría que tenía lastimados los pies, había visto un demonio o estaba jugando a ser un militar). Se tensionaba tanto que parecía como si ni una aguja pudiera penetrar su piel (sigue teniendo esas reacciones hasta hoy). Todos eso no me ayudaban en lo más mínimo pues mi cruel cerebro concluía la razón equivocada del porqué a estas reacciones…
Se acercaba la fecha de nuestro campamento anual y yo lo esperaba con ansias, lo esperaba pensando que sería un lugar de reposo, de asilo, de rehabilitación para liberarme del enamoramiento pero no fue así: no hubo día de esos cinco en los que no pensara en él con nostalgia y amor. Pero, a pesar de la enorme tormenta de mi mente, no fui sola a ese campamento: fui con mis amigos, esas criaturas maravillosas que estuvieron ahí conmigo en los momentos en los que las lágrimas tocaban las puertas de mis ojos pero sorprendentemente no lloré. Con respecto a los amigos, no tenía al mundo entero (ni nadie lo tiene, debo agregar) pero un puñado que podía contar con mis manos fueron mis doctores y mis psicólogos, uno en particular… Este alguien (quien tuvo y tiene un papel mucho más importante en el 2do y 3er año de mi secundaria) fue quien me acompaño en casi toda la jornada… Éramos amigos desde que yo había entrado en 7mo grado de primaria y aún lo seguimos siendo pero en diferente forma (que contaré más adelante). Hablamos sobre los temas serios y sobre los informales con total soltura y se convirtió como en una especie de hermano, o por lo menos así lo veía yo…
En ese campamento realmente la pasé bien y al no tener nunca un momento de soledad, las lágrimas y el dolor se habían tomado una semana sabática y realmente me sentí bien, aliviada, con menos peso…
Cuando volvimos, todo volvió a su estado normal, con lágrimas y todo… Pero seguía viendo a Fran como a un dios: sus ojos verdes eran tan profundos que cuando me miraban parecía como si revolviera mi alma descubriendo todos sus secretos, su figura esbelta se llevaba mis ojos a tal punto que era imposible desviarlos, y su piel de bronce que parecía de oro bañado al sol hacía que convirtiera mis manos en puños para evitar tocarla. Pero fueron en esas noches de delirios, entre esas lágrimas, esa melancolía cuando nació otra de mis muchas pasiones, cuando ponía “If you are not the one” y leía las instrucciones de cómo usar una casilla de blogger con un paquete de pañuelos en la mano, la pasión que ahora aplico y la que me libera: la pasión por escribir… La escritura sirvió como una terapia fácil de aplicar en cualquier papel, pues me descargaba en un diario cuando no tenía una máquina cerca. En clase o en casa: pluma y papel… Y lo hice como lo estoy haciendo ahora: escribiendo testimonios de mi vida en el pasado. El romance ayudó a que estos testimonios le agreguen un toqué dulce y agónico, esa marca tan particular en cualquier escrito sobre el amor. El dolor ayudó a hacerlos más como si fueran lamentos o susurros del viento. Los momentos de alegría les daban humor y cariño suaves o eufóricos como rayos de sol en primavera. Y la nostalgia les dio sabiduría, experiencia y aire sosegado. ¡Pero estoy divagando!
El año transcurrió así: persiguiendo en el día, llorando en la noche. De entre todas las ideas de mi cabeza, surgió una, pequeñita como una pepa de chocolate pero luminosa e interesante como una lamparita que mi cerebro identificó como una posible salvación: el suicidio…
Definitivamente tenía algo atravesado en el cerebro: el suicidio no era la solucion (obviamente), aunque lo rosé muy de cerca pero eso es algo que contaré más adelante...
lunes, 22 de septiembre de 2008
"Melly des Rosiers"
Buenas Noches! Hoy quería poner un cuentillo que tenía orbitando el escritorio de mi PC, el motivo de porqué lo hice fue por un certamen de cuentos que se está organizando en mi colegio por que este cumple cien años así que decidí poner mi granito de arena...
Lamenté profundamente haber salido de Nueva Orleáns. No puedo comprender la razón del porqué nos convocaron de vuelta a Francia. Tenía gente querida en esa ciudad, muchos amigos. Yo era el centro de sus fiestas y de sus conversaciones. Siempre que en un evento social estaba Melly des Rosiers, todo se iluminaba. Mi reputación y mi posición, como hija del mercader más adinerado e importante de toda Francia, eran totalmente envidiables y siguen siéndolo, debo añadir. Esto hace que tenga muchas propuestas para contraer matrimonio, pues ¿quién no querría desposar a alguien -cuya herencia saca los ojos de las órbitas- como yo? No sólo está mi fortuna, también está mi belleza: se han hecho poemas para describir a mujeres como yo. Me atrevo a decir que incluso hasta las propias musas del Olimpo me envidiarían. Envidiarían mis rizos rubios, mis ojos como diamantes, mis mejillas rosadas, la suavidad de mi piel, mi boca en forma de corazón, mi nariz tallada y la gracia de mi silueta. Si, obviamente todos mis amigos estaban locos por mí, y no los culpaba. Cuando llegue a Francia esperaba la más aburrida de las estadías pero estaba equivocada… En la primera semana, no podía encontrar entretenimiento alguno: ninguna actividad me satisfacía y no había ningún evento social interesante. Pero un día, estaba caminando por el jardín de nuestra mansión; era un día soleado y hacía que los cipreses tuvieran sombras descomunales. Entre todas esas sombras distinguí un arbusto en forma de conejo. Odiaba los conejos así que semejante obra era completamente inaceptable. De inmediato busqué al responsable y encontré un hombre con tijeras que cortaba otro arbusto. Quería mortificarlo por su acto.
-¿Usted hizo esto?-pregunté con voz altanera.
Se dio la vuelta pero resultó que era un joven, de unos veintitantos años. Era más alto que yo, tenía el pelo castaño claro y ojos color ámbar. Su nariz era recta y alargada como el resto de su cara. Concluí que era un joven muy bello, tanto como un noble.
-Si, yo lo hice señorita des Rosiers- me respondió con amabilidad (claro que la amabilidad es lo mínimo que se puede esperar de un subordinado)
-¡Pues deshágalo!-
-¿Porqué? ¿No le gusta?- me preguntó con sus rasgos serenos e imperturbables.
-¡Por supuesto que no! Los conejos son criaturas horrorosas y sucias, no permitiré que en mi jardín haya arbustos con esa forma, además no es un buen trabajo, debería despedirte pero hoy me siento benévola, ¡modifíquelo!- le grité, pero a pesar de ser grosera no conseguí hacerle cambiar su expresión ni un poco, eso me irritó. Siempre molestaba a los sirvientes por diversión y ese joven no me estaba divirtiendo.
-Si así lo quiere usted... Perdóneme, fue mi error, señorita- dijo el jardinero recogiendo sus tijeras dispuesto a deshacer su trabajo.
-¿Cómo se llama?-
-Gabriel Thibaudet, señorita-
-Debería bajarle la paga por esto, Gabriel Thibaudet- le sisee con desprecio.
A partir de ese día trataba de apenarlo: despreciaba su trabajo, insinuaba que lo echaría, que no le pagaría, le obligaba a realizar ocupaciones que nada tenían que ver con su labor como que me sirviera el té, que corriera las mesitas y los bancos que habían en el jardín, le hacía limpiar las fuentes pero siempre me irritaba porque no parecía enojarse: no se alteraba, cedía tan fácilmente que me molestaba: siempre sonreía con amabilidad diciendo cosas como "si señorita des Rosiers" o "ahora mismo señorita". A pesar de todo esto, el seguía pareciéndome bello, realmente lo era. A veces, cuando descansaba de mí intento de "sabotaje mental al jardinero", lo observaba trabajar; estaba tan dedicado en cuidar sus plantas que me cautivaba: un sentimiento nuevo estaba floreciendo. La rutina siguió así hasta una noche cálida de verano. Decidí caminar por el jardín, observaba las creaciones de mi esclavo, las creaciones de… Gabriel. Adoraba ese nombre; me acostaba esperando ansiosa el día para "intentar" (porque era claro que era imposible) corromperlo y una parte de mi cerebro dijo que ese no era el motivo por el cual quería verlo. En medio de mi ensoñación, me llegó como un relámpago una epifanía: estar tanto tiempo con el me había afectado: moría por ver sus manos trabajando los arbustos creando las más hermosas esculturas: no importaba si eran conejos o ratas, era un artista, MI artista. Me había enamorado de él. Este hecho sacó lágrimas de felicidad salían de mis ojos. Me apoyé en un ciprés y de la nada salio la fuente de toda mi euforia y alegría.
-¿Esta usted bien, señorita des Rosiers?- pregunto mi jardinero.
-Si, Gabriel, estoy bien, descuida, solo estoy un poco mareada- le dije.
-Quizás deba ir adentro, llamaré a un doctor-
Se estaba alejando y no lo iba a permitir, no necesitaba a un doctor, ¡lo necesitaba a él! entonces automáticamente tiré de su brazo y me apoyé en él.
-No, Gabriel, te necesito aquí-
-Como usted diga, señorita- me dijo mientras me sostenía.
-Gabriel... ¿Es una noche preciosa verdad? El cielo esta bañado en estrellas, ni una nube, incluso una estrella fugaz acabó de pasar. Es una noche perfecta para los amantes ¿no lo crees?- le dije mientras agarraba suavemente su mano.
-Si... señorita des Rosiers-
-Gabriel... lamento haberte mortificado tanto, en todo este tiempo habrás sufrido con mi horrorosa compañía y fuiste lo suficientemente valiente como para esconder tu pena-
-Jamás me apené, señorita. Usted esta en todo su derecho de tratarme como desee- me respondió.
-¿Es eso cierto?- le pregunte y luego lo tomé de sus hombros y lo empujé contra el árbol. Tomé su cara entre mis manos y le dije:
-Gabriel, te amo-
-Señorita des Rosiers...-
-¡Melly!- le dije con calor.
-Señorita, soy un simple jardinero…- y dicho esto comenzó a temblar.
-Sólo soy un jardinero, hay nobles que podrían cumplir sus expectativas...-
-¡Expectativas!, Gabriel, tú cumples con mis expectativas. No sólo eres un jardinero, eres un artista, ¡mira tú mismo!- le dije señalando sus creaciones.
-Sólo son pequeñeces que hago para ganarme la vida, además a usted no le gustan-
-¡Tonterías! Gabriel, ¿no entiendes que te amo a ti y a cada una de las obras que haces?-
-Pero...-
-¡Pero nada! Me rebajaré hasta tu rango, pues mi fortuna ya no tiene valor para mí, si de esa forma consigo que me aceptes y que no te niegues al amarme- Y cuando dije eso, él se acercó más a mí, tomó mis manos y me besó los labios. Ese beso resultó tan delicado como si yo fuera una de sus flores.
-señorita des Rosiers...-
-Melly- le susurré al oído.
-Melly... Confieso que la he querido desde que pisó la baldosa de la entrada de la mansión. Ese día fue uno de los más trascendentales de mi vida, este es otro...-
-Gabriel...-
-Melly...- Y me abrazó con la misma delicadeza con la que me besó.
-Sostengo mi más preciada flor entre mis brazos...- me susurró y luego transcurrió el tiempo...
-¿Qué haremos?- preguntó Gabriel, al fin.
- Ya lo veremos...-
Y al decir eso me besó la frente y caminamos entre los rosales, tomados de la mano, por el jardín, nuestro jardín, el jardín que nos unió.
"Melly des Rosiers"
Lamenté profundamente haber salido de Nueva Orleáns. No puedo comprender la razón del porqué nos convocaron de vuelta a Francia. Tenía gente querida en esa ciudad, muchos amigos. Yo era el centro de sus fiestas y de sus conversaciones. Siempre que en un evento social estaba Melly des Rosiers, todo se iluminaba. Mi reputación y mi posición, como hija del mercader más adinerado e importante de toda Francia, eran totalmente envidiables y siguen siéndolo, debo añadir. Esto hace que tenga muchas propuestas para contraer matrimonio, pues ¿quién no querría desposar a alguien -cuya herencia saca los ojos de las órbitas- como yo? No sólo está mi fortuna, también está mi belleza: se han hecho poemas para describir a mujeres como yo. Me atrevo a decir que incluso hasta las propias musas del Olimpo me envidiarían. Envidiarían mis rizos rubios, mis ojos como diamantes, mis mejillas rosadas, la suavidad de mi piel, mi boca en forma de corazón, mi nariz tallada y la gracia de mi silueta. Si, obviamente todos mis amigos estaban locos por mí, y no los culpaba. Cuando llegue a Francia esperaba la más aburrida de las estadías pero estaba equivocada… En la primera semana, no podía encontrar entretenimiento alguno: ninguna actividad me satisfacía y no había ningún evento social interesante. Pero un día, estaba caminando por el jardín de nuestra mansión; era un día soleado y hacía que los cipreses tuvieran sombras descomunales. Entre todas esas sombras distinguí un arbusto en forma de conejo. Odiaba los conejos así que semejante obra era completamente inaceptable. De inmediato busqué al responsable y encontré un hombre con tijeras que cortaba otro arbusto. Quería mortificarlo por su acto.
-¿Usted hizo esto?-pregunté con voz altanera.
Se dio la vuelta pero resultó que era un joven, de unos veintitantos años. Era más alto que yo, tenía el pelo castaño claro y ojos color ámbar. Su nariz era recta y alargada como el resto de su cara. Concluí que era un joven muy bello, tanto como un noble.
-Si, yo lo hice señorita des Rosiers- me respondió con amabilidad (claro que la amabilidad es lo mínimo que se puede esperar de un subordinado)
-¡Pues deshágalo!-
-¿Porqué? ¿No le gusta?- me preguntó con sus rasgos serenos e imperturbables.
-¡Por supuesto que no! Los conejos son criaturas horrorosas y sucias, no permitiré que en mi jardín haya arbustos con esa forma, además no es un buen trabajo, debería despedirte pero hoy me siento benévola, ¡modifíquelo!- le grité, pero a pesar de ser grosera no conseguí hacerle cambiar su expresión ni un poco, eso me irritó. Siempre molestaba a los sirvientes por diversión y ese joven no me estaba divirtiendo.
-Si así lo quiere usted... Perdóneme, fue mi error, señorita- dijo el jardinero recogiendo sus tijeras dispuesto a deshacer su trabajo.
-¿Cómo se llama?-
-Gabriel Thibaudet, señorita-
-Debería bajarle la paga por esto, Gabriel Thibaudet- le sisee con desprecio.
A partir de ese día trataba de apenarlo: despreciaba su trabajo, insinuaba que lo echaría, que no le pagaría, le obligaba a realizar ocupaciones que nada tenían que ver con su labor como que me sirviera el té, que corriera las mesitas y los bancos que habían en el jardín, le hacía limpiar las fuentes pero siempre me irritaba porque no parecía enojarse: no se alteraba, cedía tan fácilmente que me molestaba: siempre sonreía con amabilidad diciendo cosas como "si señorita des Rosiers" o "ahora mismo señorita". A pesar de todo esto, el seguía pareciéndome bello, realmente lo era. A veces, cuando descansaba de mí intento de "sabotaje mental al jardinero", lo observaba trabajar; estaba tan dedicado en cuidar sus plantas que me cautivaba: un sentimiento nuevo estaba floreciendo. La rutina siguió así hasta una noche cálida de verano. Decidí caminar por el jardín, observaba las creaciones de mi esclavo, las creaciones de… Gabriel. Adoraba ese nombre; me acostaba esperando ansiosa el día para "intentar" (porque era claro que era imposible) corromperlo y una parte de mi cerebro dijo que ese no era el motivo por el cual quería verlo. En medio de mi ensoñación, me llegó como un relámpago una epifanía: estar tanto tiempo con el me había afectado: moría por ver sus manos trabajando los arbustos creando las más hermosas esculturas: no importaba si eran conejos o ratas, era un artista, MI artista. Me había enamorado de él. Este hecho sacó lágrimas de felicidad salían de mis ojos. Me apoyé en un ciprés y de la nada salio la fuente de toda mi euforia y alegría.
-¿Esta usted bien, señorita des Rosiers?- pregunto mi jardinero.
-Si, Gabriel, estoy bien, descuida, solo estoy un poco mareada- le dije.
-Quizás deba ir adentro, llamaré a un doctor-
Se estaba alejando y no lo iba a permitir, no necesitaba a un doctor, ¡lo necesitaba a él! entonces automáticamente tiré de su brazo y me apoyé en él.
-No, Gabriel, te necesito aquí-
-Como usted diga, señorita- me dijo mientras me sostenía.
-Gabriel... ¿Es una noche preciosa verdad? El cielo esta bañado en estrellas, ni una nube, incluso una estrella fugaz acabó de pasar. Es una noche perfecta para los amantes ¿no lo crees?- le dije mientras agarraba suavemente su mano.
-Si... señorita des Rosiers-
-Gabriel... lamento haberte mortificado tanto, en todo este tiempo habrás sufrido con mi horrorosa compañía y fuiste lo suficientemente valiente como para esconder tu pena-
-Jamás me apené, señorita. Usted esta en todo su derecho de tratarme como desee- me respondió.
-¿Es eso cierto?- le pregunte y luego lo tomé de sus hombros y lo empujé contra el árbol. Tomé su cara entre mis manos y le dije:
-Gabriel, te amo-
-Señorita des Rosiers...-
-¡Melly!- le dije con calor.
-Señorita, soy un simple jardinero…- y dicho esto comenzó a temblar.
-Sólo soy un jardinero, hay nobles que podrían cumplir sus expectativas...-
-¡Expectativas!, Gabriel, tú cumples con mis expectativas. No sólo eres un jardinero, eres un artista, ¡mira tú mismo!- le dije señalando sus creaciones.
-Sólo son pequeñeces que hago para ganarme la vida, además a usted no le gustan-
-¡Tonterías! Gabriel, ¿no entiendes que te amo a ti y a cada una de las obras que haces?-
-Pero...-
-¡Pero nada! Me rebajaré hasta tu rango, pues mi fortuna ya no tiene valor para mí, si de esa forma consigo que me aceptes y que no te niegues al amarme- Y cuando dije eso, él se acercó más a mí, tomó mis manos y me besó los labios. Ese beso resultó tan delicado como si yo fuera una de sus flores.
-señorita des Rosiers...-
-Melly- le susurré al oído.
-Melly... Confieso que la he querido desde que pisó la baldosa de la entrada de la mansión. Ese día fue uno de los más trascendentales de mi vida, este es otro...-
-Gabriel...-
-Melly...- Y me abrazó con la misma delicadeza con la que me besó.
-Sostengo mi más preciada flor entre mis brazos...- me susurró y luego transcurrió el tiempo...
-¿Qué haremos?- preguntó Gabriel, al fin.
- Ya lo veremos...-
Y al decir eso me besó la frente y caminamos entre los rosales, tomados de la mano, por el jardín, nuestro jardín, el jardín que nos unió.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
"Mientras Dormías"
Somethin' Stupid - Frank Sinatra
El día de hoy estuvo espléndido en cuanto al clima, lo que me llenó de felicidad. No hay nada más bello que el cielo azul y el sol para iluminar una mañana y un mediodía aburridos. Podría decirse que le presté más atención a ese cielo, que se presentaba en la ventana del aula, que en las clases. El día soleado, el clima, que no estuvo frío, y mi ánimo me indicaban que se avecinaba la primavera…
Flotaba una nube de ensueño en nuestra aula. Había una atmósfera adormecida y sosegada. Yo observaba las bocas de mis compañeros, abriéndose de formas desmesuradas dejando escapar el bostezo que los delataba. Había un desfile de ojos, cerrándose perezosamente como si pesaran toneladas. Había quienes movían objetos o hacían otras actividades para mantenerse despiertos. El mediodía traía el sol tierno sobre las estas cabezas somnolientas, cosa que lo hacía más difícil: ya casi era una invitación al sueño. La profesora explicaba, quizás estaba conciente del grado de diversión de sus alumnos y simplemente decidió continuar…
Yo miraba fascinada este espectáculo (también porque era mi propia técnica para no dormirme), observaba todas las caras, el aburrimiento sentado en la punta de sus narices… Pero, entre todas esas caras de ojos pesados veo una cuyos ojos no lo resistieron: era a quién más quería ver y que mejor alimento espiritual que verlo dormir. Su cuerpo estaba inmóvil, salvo por la respiración sosegada que llenaba sus pulmones. Era un regalo verlo de esa forma: sus párpados cerrados, acompañados por unas pestañas oscuras larguísimas le daban un aspecto infantil. Se veía delicado, frágil, tan tranquilo que yo debía detener mi impulso de querer abrazarlo. La posición que tenía mientras dormía lo delataba pero la profesora no pareció darse cuenta. La tranquilidad que tenía a su alrededor era casi visible.
Luego con algo de pena pensé en su cansancio, probablemente debió de haber estado muy cansado… Pensé en lo imposible que le resultó ganar la lucha contra el sueño. Me pregunté que estaba soñando. Yo siempre sueño con el pero no me dejé albergar esperanzas de que el podría haber estado soñando conmigo, además no tiene porqué, es el subconsciente quien decide en qué debe soñar. Se ve que el mío se puso de acuerdo conmigo de concederme momentos de felicidad con él, por lo menos en la ficción de mi mente.
Entre esas reflexiones, envidié mucho los rayos del sol que tocaban su piel. Su piel… no puedo dejar de imaginar que toco su mano o que acaricio su mejilla tan suave con un beso, lujo que ya no puedo darme.
Me sobrecogía la fragilidad de su anatomía: inmóvil, indefenso, propenso a cualquier ruido fuerte o a un movimiento brusco que interrumpa su paz y que lo altere. Desee también, poder hacer callar a la profesora para asegurar su tranquilidad. También desee que ese momento fuera eterno, porque yo podría haber pasado la eternidad contemplando su apacible figura, su rostro tranquilo y sereno, la forma en que el aire entraba y salía de se pecho, imaginando sus sueños y alimentar el deseo de acariciarlo pero eso es algo que no puedo hacer aún…
Esos cuarenta minutos me alimentó en el resto de la tarde y en mis propios sueños, dónde lo puedo abrazar y acariciar…
El día de hoy estuvo espléndido en cuanto al clima, lo que me llenó de felicidad. No hay nada más bello que el cielo azul y el sol para iluminar una mañana y un mediodía aburridos. Podría decirse que le presté más atención a ese cielo, que se presentaba en la ventana del aula, que en las clases. El día soleado, el clima, que no estuvo frío, y mi ánimo me indicaban que se avecinaba la primavera…
Flotaba una nube de ensueño en nuestra aula. Había una atmósfera adormecida y sosegada. Yo observaba las bocas de mis compañeros, abriéndose de formas desmesuradas dejando escapar el bostezo que los delataba. Había un desfile de ojos, cerrándose perezosamente como si pesaran toneladas. Había quienes movían objetos o hacían otras actividades para mantenerse despiertos. El mediodía traía el sol tierno sobre las estas cabezas somnolientas, cosa que lo hacía más difícil: ya casi era una invitación al sueño. La profesora explicaba, quizás estaba conciente del grado de diversión de sus alumnos y simplemente decidió continuar…
Yo miraba fascinada este espectáculo (también porque era mi propia técnica para no dormirme), observaba todas las caras, el aburrimiento sentado en la punta de sus narices… Pero, entre todas esas caras de ojos pesados veo una cuyos ojos no lo resistieron: era a quién más quería ver y que mejor alimento espiritual que verlo dormir. Su cuerpo estaba inmóvil, salvo por la respiración sosegada que llenaba sus pulmones. Era un regalo verlo de esa forma: sus párpados cerrados, acompañados por unas pestañas oscuras larguísimas le daban un aspecto infantil. Se veía delicado, frágil, tan tranquilo que yo debía detener mi impulso de querer abrazarlo. La posición que tenía mientras dormía lo delataba pero la profesora no pareció darse cuenta. La tranquilidad que tenía a su alrededor era casi visible.
Luego con algo de pena pensé en su cansancio, probablemente debió de haber estado muy cansado… Pensé en lo imposible que le resultó ganar la lucha contra el sueño. Me pregunté que estaba soñando. Yo siempre sueño con el pero no me dejé albergar esperanzas de que el podría haber estado soñando conmigo, además no tiene porqué, es el subconsciente quien decide en qué debe soñar. Se ve que el mío se puso de acuerdo conmigo de concederme momentos de felicidad con él, por lo menos en la ficción de mi mente.
Entre esas reflexiones, envidié mucho los rayos del sol que tocaban su piel. Su piel… no puedo dejar de imaginar que toco su mano o que acaricio su mejilla tan suave con un beso, lujo que ya no puedo darme.
Me sobrecogía la fragilidad de su anatomía: inmóvil, indefenso, propenso a cualquier ruido fuerte o a un movimiento brusco que interrumpa su paz y que lo altere. Desee también, poder hacer callar a la profesora para asegurar su tranquilidad. También desee que ese momento fuera eterno, porque yo podría haber pasado la eternidad contemplando su apacible figura, su rostro tranquilo y sereno, la forma en que el aire entraba y salía de se pecho, imaginando sus sueños y alimentar el deseo de acariciarlo pero eso es algo que no puedo hacer aún…
Esos cuarenta minutos me alimentó en el resto de la tarde y en mis propios sueños, dónde lo puedo abrazar y acariciar…
sábado, 13 de septiembre de 2008
Mi Próxima Víctima
Coco Mademoiselle - Chanel
"Hay que subir por la escalera de los espejos: el apartamento de Mademoiselle Chanel está en el segundo piso. Cuatro habitaciones llenas de tesoros ¿un museo?, todo lo contrario. Un lugar desconcertante e intrigante que la creadora podría haber abandonado hace cinco minutos para realizar una prueba o supervisar un desfile. Por primera vez acceda al universo privado de Mademoiselle Chanel..."
viernes, 12 de septiembre de 2008
"Dicha", La segunda epifanía
Kiss Me - Sixpence None The Richer
Ahora veo el cielo azul con otros ojos, ojos nuevos… Probé algunas de las experiencias que “valían la pena” en esta época (o por lo menos las que están a mi alcance, la que me falta es el romance) y son realmente frívolas y patéticas. No recibí satisfacción al hacerlas entonces mis conjeturas acerca de ellas eran acertadas, y no son importantes: hay cosas más importantes: hay cosas más importantes como la que ya mencioné, la experiencia que no llegué a probar y la más anhelada por mí (lo idealizo, no tengo remedio). Ahora mi autoestima subió y ya no hay parte de mí que tenga algún problema: ninguno. Y mi amor por una persona, ESA persona se está consumiendo y esa parte de mi cerebro que estaba tan dedicada a él, comienza a despertarse, comienza a darse cuenta de su ingenuidad pues ahora encontró nuevos amores. Amores frescos como el amor a mí misma, al cielo, a las flores y a toda la naturaleza que me rodea. Estuve enamorada tanto tiempo de una mente y de un cuerpo que me había olvidado de lo bella que era la vida y que la fuente de ella no estaba en un hombre sino más bien en mi misma. Soy yo quien sigue adelante. Y por esto vivo, amando a la tierra y a mis amigos, amando y disfrutando ser humano, celebrar ser imperfecta y única; queriendo cometer errores y aprender de ellos.
Ahora mismo, estoy llena de vida y de alegría. Sintiendo con cada fibra la primavera que se avecina. Celebro la pasión de esta vida y las ganas de vivirla. Celebro esta oportunidad…
Ahora veo el cielo azul con otros ojos, ojos nuevos… Probé algunas de las experiencias que “valían la pena” en esta época (o por lo menos las que están a mi alcance, la que me falta es el romance) y son realmente frívolas y patéticas. No recibí satisfacción al hacerlas entonces mis conjeturas acerca de ellas eran acertadas, y no son importantes: hay cosas más importantes: hay cosas más importantes como la que ya mencioné, la experiencia que no llegué a probar y la más anhelada por mí (lo idealizo, no tengo remedio). Ahora mi autoestima subió y ya no hay parte de mí que tenga algún problema: ninguno. Y mi amor por una persona, ESA persona se está consumiendo y esa parte de mi cerebro que estaba tan dedicada a él, comienza a despertarse, comienza a darse cuenta de su ingenuidad pues ahora encontró nuevos amores. Amores frescos como el amor a mí misma, al cielo, a las flores y a toda la naturaleza que me rodea. Estuve enamorada tanto tiempo de una mente y de un cuerpo que me había olvidado de lo bella que era la vida y que la fuente de ella no estaba en un hombre sino más bien en mi misma. Soy yo quien sigue adelante. Y por esto vivo, amando a la tierra y a mis amigos, amando y disfrutando ser humano, celebrar ser imperfecta y única; queriendo cometer errores y aprender de ellos.
Ahora mismo, estoy llena de vida y de alegría. Sintiendo con cada fibra la primavera que se avecina. Celebro la pasión de esta vida y las ganas de vivirla. Celebro esta oportunidad…
miércoles, 10 de septiembre de 2008
La Revelación
God is a Dj - Pink
No se asusten por lo apocalíptico del títlo jaja...
Estuve un poco vagoneta con esto de escribir. Es que quizás no tenía muchas ganas, porque quizás estaba ocupada con Entrevista con un Vampiro (esta sobreentendido que me enamoré de Lestat, Louis esta bien pero es algo depresivo jejem…) o por que estaba experimentando con experiencias nuevas (sean malas o buenas). Entonces ahora comentaré (dejando a un lado la ficción o las entradas depresivas del pasado) algo que me pasó, algo realmente asombroso para mí, algo que siento ahora con más intensidad que nunca.
Verán, hace unos días, quizás semanas, no podría decir la fecha exacta pero tuve una revelación, pero no era como todas esas epifanías pequeñas, esas que eran efímeras y que alimentaba mi espíritu de forma moderada: esta era una de “las buenas”, esta era poderosa, intensa con un golpe y desde su llegada es un pensamiento que ocupa gran parte de mi mente.
Es que yo, soy una persona que idealiza todo (como ya algunos sabrán), idealizo todo lo bello (Robert Pattinson jaja xD), lo interesante, lo que me apasiona, los libros, el romance (¡sobretodo el romance!)… Este último fue la causa de dos años terribles de enamoramientos encarnizados y enfermizos que terminaron en terapia. Pero no voy a contar con detalle cada uno de los padecimientos que sufrí, sólo diré que la palabra “autoestima” era una palabra que sólo encontraba en los diccionarios y no en mí: no me consideraba atractiva en lo absoluto. No me integraba (“no entraba en ninguna caja”, como solía decir) a ningún grupo: era un ser errante por la tierra, no tenía estímulos (un caracol era más divertido que yo) ni expectativas. Era una máquina de lágrimas. Estaba enamorada tontamente y sufría por no ser correspondida… Mencioné que tuve sesiones psicológicas, pues la primera psicóloga era tan competente como una astilla de madera pero no la segunda. La segunda, que es la actual, me ayudó y me ayuda. No le atribuyo el cambio a ella, pero digamos que ayudó en algo pero en fin. Comencé con las psicólogas desde que empezaron mis desaciertos amorosos porque como ya había dicho, idealizo al amor: es casi mi ocupación.
Volviendo a la revelación: me había dado cuenta de que mi autoestima estaba alta, en grado sumo. Me veía al espejo y mis imperfecciones se empequeñecían con el brillo saludable de mis ojos, el aspecto leonino de mi pelo y la sonrisa implacable que opacaba cada defecto. Por el lado estético me sentí bien, perfectamente bien, no era algo que representara un problema. Mi personalidad era algo único, una en el mundo. Me creí especial y en resumen empecé a estimarme como una persona saludable debe hacerlo (como esas personas que toman H2O de 7up jaja). Y en cuanto al romanticismo: a ver… Tengo 15 años. Esa respuesta debe explicar todo. Mi revelación me dijo que yo era una magnífica persona con mis defectos y demás y que sólo tenía 15 años, era lo que todo el mundo estuvo tratando de decirme. Joven, inexperta, todavía soy una flor que no se abrió, como todos a esta edad, y esta epifanía me hizo pensar que los mejores años de mi vida aún no habían pasado (y pensar que en tiempos anteriores quería que se terminara, tonta de mí). Todos somos inexpertos, yo esperaba mucho de alguien que no tenía porque cumplir con mis expectativas, ese fue mi error. Es que en este momento mi cerebro anda buscando propósitos, respuestas que simplemente se van resolviendo con el tiempo.
Es que es mi tiempo para disfrutar de las amistades es este, es que es ahora cuando tengo que aprovechar de la vida. ¡Es cuando tengo que caminar en un día de primavera, escuchando LDN, de Lilly Allen por una plaza con un vestido y pantalones son el sol en la frente! (perdonen el delirio xD)
Quizás para alguien esto sea absurdo y tal vez muchos de los que lo leyeron (si es que alguien lee esto jaja) no hayan entendido ni la mitad de este razonamiento medio retorcido pero para mi significó la mejor epifanía de mi vida…
No se asusten por lo apocalíptico del títlo jaja...
Estuve un poco vagoneta con esto de escribir. Es que quizás no tenía muchas ganas, porque quizás estaba ocupada con Entrevista con un Vampiro (esta sobreentendido que me enamoré de Lestat, Louis esta bien pero es algo depresivo jejem…) o por que estaba experimentando con experiencias nuevas (sean malas o buenas). Entonces ahora comentaré (dejando a un lado la ficción o las entradas depresivas del pasado) algo que me pasó, algo realmente asombroso para mí, algo que siento ahora con más intensidad que nunca.
Verán, hace unos días, quizás semanas, no podría decir la fecha exacta pero tuve una revelación, pero no era como todas esas epifanías pequeñas, esas que eran efímeras y que alimentaba mi espíritu de forma moderada: esta era una de “las buenas”, esta era poderosa, intensa con un golpe y desde su llegada es un pensamiento que ocupa gran parte de mi mente.
Es que yo, soy una persona que idealiza todo (como ya algunos sabrán), idealizo todo lo bello (Robert Pattinson jaja xD), lo interesante, lo que me apasiona, los libros, el romance (¡sobretodo el romance!)… Este último fue la causa de dos años terribles de enamoramientos encarnizados y enfermizos que terminaron en terapia. Pero no voy a contar con detalle cada uno de los padecimientos que sufrí, sólo diré que la palabra “autoestima” era una palabra que sólo encontraba en los diccionarios y no en mí: no me consideraba atractiva en lo absoluto. No me integraba (“no entraba en ninguna caja”, como solía decir) a ningún grupo: era un ser errante por la tierra, no tenía estímulos (un caracol era más divertido que yo) ni expectativas. Era una máquina de lágrimas. Estaba enamorada tontamente y sufría por no ser correspondida… Mencioné que tuve sesiones psicológicas, pues la primera psicóloga era tan competente como una astilla de madera pero no la segunda. La segunda, que es la actual, me ayudó y me ayuda. No le atribuyo el cambio a ella, pero digamos que ayudó en algo pero en fin. Comencé con las psicólogas desde que empezaron mis desaciertos amorosos porque como ya había dicho, idealizo al amor: es casi mi ocupación.
Volviendo a la revelación: me había dado cuenta de que mi autoestima estaba alta, en grado sumo. Me veía al espejo y mis imperfecciones se empequeñecían con el brillo saludable de mis ojos, el aspecto leonino de mi pelo y la sonrisa implacable que opacaba cada defecto. Por el lado estético me sentí bien, perfectamente bien, no era algo que representara un problema. Mi personalidad era algo único, una en el mundo. Me creí especial y en resumen empecé a estimarme como una persona saludable debe hacerlo (como esas personas que toman H2O de 7up jaja). Y en cuanto al romanticismo: a ver… Tengo 15 años. Esa respuesta debe explicar todo. Mi revelación me dijo que yo era una magnífica persona con mis defectos y demás y que sólo tenía 15 años, era lo que todo el mundo estuvo tratando de decirme. Joven, inexperta, todavía soy una flor que no se abrió, como todos a esta edad, y esta epifanía me hizo pensar que los mejores años de mi vida aún no habían pasado (y pensar que en tiempos anteriores quería que se terminara, tonta de mí). Todos somos inexpertos, yo esperaba mucho de alguien que no tenía porque cumplir con mis expectativas, ese fue mi error. Es que en este momento mi cerebro anda buscando propósitos, respuestas que simplemente se van resolviendo con el tiempo.
Es que es mi tiempo para disfrutar de las amistades es este, es que es ahora cuando tengo que aprovechar de la vida. ¡Es cuando tengo que caminar en un día de primavera, escuchando LDN, de Lilly Allen por una plaza con un vestido y pantalones son el sol en la frente! (perdonen el delirio xD)
Quizás para alguien esto sea absurdo y tal vez muchos de los que lo leyeron (si es que alguien lee esto jaja) no hayan entendido ni la mitad de este razonamiento medio retorcido pero para mi significó la mejor epifanía de mi vida…
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