Hoy daba vueltas por Facebook, hablaba con amigas, miraba hermosas fotos de Zachary Quinto (mujeres: es comestible, así que ¡Google Imágenes!) Hasta que me encontré con un grupito que despertó mi interés: “Un sms vale centavos... pero sabés cuánto vale uno tuyo para mi?”
Sinceramente, para mí, los celulares son un estorbo: me hacen un huevo en el bolsillo delantero del pantalón porque no uso bolso ni cartera (¿sólo para un celular? no señor), hay que cuidarlo mucho, vienen cada vez más caros, en fin… Los considero con más contras que pros.
Aunque… no siempre es así.
Hay veces en que no puedo sacármelo de la cabeza, hay veces en que está anexado a mi cuerpo, hay veces en las que estoy casi arrodillándome y rezando para que haga ese sonido, el sonido más hermoso del día, ese “brrrrdddd” que hace cuando vibra. Cuando trae buenas noticias. Cuando trae sonrisas.
Al ver este grupo, pude ver que hay personas que piensan lo mismo.
Hay tanto odio en el mundo, tanta crueldad… Hay seres humanos que complican tanto las cosas… Pero hay otros, que con mandar unas simples palabritas de amor hacen tanto por otras, crean, hacen cosas increíbles en el alma del otro...
Hay tanto odio, y en este grupo, en esta tontería cotidiana que es esta red social leí cosas como estas: “me hace tan feliz cuando me llega un sms tuyo amor!”,
Esas cositas, de alguna forma me dan esperanza; me dicen que hay amor en todas partes y que, cuando me siento sola, cuando pienso que no hay de ese tipo de amor para mí, me alivian y me recuerdan que para todos hay uno, que hay alguien que los espera, que habrá alguien con quien compartir mensajes de texto, risas, afecto…
Tan pequeño y tan simple es un mensaje, y sin embargo hacen tanto en el corazón de quien lo recibe ¿verdad?
Yo lo creo así.
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