En un día que no sabría decirse si era de día o de noche una tormenta quebró al cielo. Los rayos de Zeus cortaban las violentas olas del mar, convirtiéndose en una balacera de luces y agua. En medio de esta pelea un barco naufragó. Se tambaleaba de un lado a otro con el peligro de hundirse o ser el blanco de un proyectil de Zeus. Laboriosamente se debatía entre las olas. Todos tenían miedo. Algunos aceptaron su destino y observaron sin inmutarse como un rayo partía el mástil principal y con su peso le hacía un agujero a la cubierta del navío. Entre el grito y la alarma que confunde a los hombres, la carga de pólvora conoció al fuego. No hubo esperanza para nadie.
Con una excepción.
En el navío había una muchacha; joven, pobre, sola. Su esperanza estaba en cruzar el mar, para poder sobrevivir, para probar tener suerte, para progresar; aunque nunca cruzó ese mar.
Los nadó a todos ellos…
Entre las astillas, entre los que intentaban salvarse, la muchacha flotaba inconsciente. Entre los estallidos, los gritos y los tiburones que rondaban, la muchacha se hundió. Sintió la sensación del agua que se escurre por la garganta, que la llena con violencia; sintió al agua llenándola por completo, respiró el agua; la ahogó. Esa desesperación la despertó, y se dio cuenta de que estaba a punto de morir. Estaba llena; la sentía en sus pulmones, sentía su sal en la boca, le pesaba y la arrastraba a las profundidades. Intentó subir, hacia el aire, hacia la vida, pero no podía ascender. Vio cadáveres arriba, vio tiburones comiendo, fuego, lluvia y comprendió que moriría tanto arriba como abajo. Se estaba asfixiando y no podía sobrevivir. No pudo tomar una decisión, ya que volvió a desmayarse.
Ahí estaba ella, una estatua de mármol, flotando inconsciente en la oscuridad del mar. Su pelo negro bailaba alrededor de su cabeza, coronándola, transformándola en una especie de diosa. Sus prendas flotaban al mismo ritmo del mar. Era una diosa.
Pero no se quiso que terminara su vida aún.
Algunas de las criaturas del mar son curiosas y este joven tritón lo era. Había visto de lejos a las “personas de arriba” pero nunca estuvo tan cerca de una. Escondido tras un arrecife, pensó que esa “cosa” no lo vería pero al observarla mejor, parecía… muerta. Lentamente se acercó a ella y comprobó que estaba muerta. Vio que era una chica, y que era muy… bonita. Tenía largas pestañas que casi llegaban a sus pómulos, sus labios estaban cerrados pero unas diminutas burbujas se escapaban de ellos, hacía arriba, hacía su hogar, hacía su vida, su aire… Comprendió al ver la superficie que la tormenta destrozó otra de esas grandes naves que llevaba la gente de arriba para no nadar. Era bastante común, pero nunca se había acercado a una de ellas. Nunca había visto tan de cerca a un “humano”. La contempló mientras flotaba, etérea, frágil… Era hermosa. Pero estaba muerta. Quizás aún no era tarde, quizás podía llevarla a la superficie y de alguna forma hacerla respirar. Resuelto, tomó su mano.
Grave error…
Su piel era suave, tan suave que se derretía en su palma; era incluso más suave que el agua, si eso era posible. Tocó su mejilla y era igual de suave que su mano, toda ella era suavidad. Contempló sus facciones otra vez. No podría nunca llevarla a la superficie. Jamás.
Con suavidad la tomó en sus brazos y corrió el pelo de su cara. No podía llevarla. No podía hacerlo.
Tomando su cara entre sus manos, presionó suavemente sus labios sobre los suyos. Una luz intensa brilló ahí donde sus labios se tocaron, y la oscuridad murió con ese beso.
Los ojos de la muchacha se abrieron y su primera imagen fue de la sonrisa blanca y tierna de un joven que la miraba con cariño.
Su segunda imagen fue de sus piernas, que ya no lo eran, sino que eran una larga cola cubierta de escamas.
Entendió todo. Y con ese pensamiento, sonrió al joven que aún la sostenía.
Se sintió en su hogar.
Encontró su hogar.
1 comentario:
La canción que me inspiró a escribir esto fue "Noah's Ark" de Young Heretics. Suena taaan a mar...
Escuchenla, es perfecta.
Publicar un comentario