viernes, 31 de octubre de 2008

"Desde el Cielo" II

¡Cruzando la calle había un ángel! Tenía rostro de ángel. “¡Tenía que serlo!”, pensé. Pero luego pude refutar esa conclusión al ver que unas chicas corrían y se abalanzaban a el, abrazándolo en señal de compañerismo. No se puede tocar a los ángeles. No los humanos…

Era… una chica. Si. Parecía tener quince o dieciséis años. Era alta, con un cuello que le haría competencia al de una jirafa, quizás. Su cuerpo no era esquelético ni obeso. Estaba en su peso justo, diría yo. Su pelo era una mezcla de volutas formando unos simpáticos bucles castaños que le hacían un marco natural a su cara ovalada con accesorios como una nariz diminuta y labios de iguales dimensiones. Lo impresionante de su semblante eran sus ojos. Eran… grises. Extraño. Nunca había visto ojos grises en toda esa ciudad. Y pensando en ello, ¿cómo es que no la había visto antes a esa niña? Tenía una sonrisa que me hacía levitar hasta Saturno y su forma de caminar era tan segura y elegante como la de una actriz de cine. Muchos adjetivos, lo sé. Pero es que luego de esa aparición supe que algo me había pasado.

Me quedé plantado en el aire. Quieto, muy quieto. Con mis ojos abiertos como lunas.

De repente, una brisa conocida me recorrió el pelo.

-¡Hay! Menos mal que te encuentro, Pietro. Cris… ¡oh!, si. No debo decir ese nombre… ¿Dónde demo…? Oh, tampoco puedo decir eso, jeje. ¿Qué andas haciendo por aquí? Te necesitan más arriba…-

Se llamaba Tomás y bueno, era uno de mis mejores “amigos celestiales”, por decirlo de alguna manera… No había nadie en todo el cielo que disfrutara de su oficio más que él. Cuando lo conocí, nos hicimos muy amigos y el me contó su historia: siendo humano, había muerto en el parto, su parto, por supuesto, porque sólo tenía cinco meses, por lo que no conoció otro lugar que le guste tanto como el cielo. No sabía nada de su vida (obviamente), pero al entrar al Reino, le mostraron a su madre. El a menudo iba a visitarla pero no interfería en sus sueños porque ella estaba muy feliz: me dijo que tenía una hija y que representaba toda su dicha.

Al ver que no respondía a lo que me preguntaba, sopló tan fuerte que me hizo traspasar un rascacielos.

-A ver, Pietro. ¿Qué te pasa?- me preguntó mientras volaba en círculos.

-Yo…eh… yo…- pude decir, mirando mis manos.  

-¿Tú…? ¿Qué?- se detuvo -¡Vamos, Pietro! ¿es que tengo que sacarte palabra por palabra?- dijo, algo intranquilo por mi mutismo.

-¿Los ángeles no pueden caminar por las calles verdad?- le pregunté. Esa pregunta lo tomó desprevenido y luego hizo una mueca de desaprobación.

-Creo… que… con cinco años de trayectoria ya deberías saber eso… pero por si tienes amnesia y no lo recuerdas, la respuesta es: no. No pueden. Caerían si intentan pisar el suelo. Lo traspasarían. ¿Nunca lo has intentado?-

Ignoré su pregunta. –Entonces, no era un ángel-

-¿Quién?-

-Cruzando esa calle que ves ahí, pasó… alguien…-

-¿Alguien?- pregunto Tomás inquieto.

-Una chica. Y pues… Creí que era un… era… era muy hermosa, sabes…-

-¡AAAAA!, ¡Así que ESO era!- comprendiendo ya – No lo creo, Pietro. Sabes lo que eres, no puedes enamorarte de una mortal. Un ser humano. Digo, no es… común… ¿Como es que…?-

-No lo sé…-

-Pero, esto no es como la película “Un Ángel Enamorado", esto es real, la realidad, no puedes “bajar”. No puedes volver.-

Eso fue una incomodidad, hablar del tema y escuchar que no podía. Pero, “estoy en cielo”, pensé, “todo es posible, todo es posible para quien trabajo. ¡Él podrá!”

-¿No? ¿Eso crees? ¿Qué tal si… puedo?-

-¡No, no puedes! Llevo más tiempo aquí que tú y sé de estas cosas… NO-PUE-DES- dijo Tomás como si le hablara a un retardado.

-Él.-

-Él, ¡nada!- es imposible para nosotros llegar a Él, además tiene cosas más importantes que hacer, piensa Pietro. Eso es… imposible…-

Noté una ligera vacilación en él y no debía desaprovecharla.

-Escúchame, ¿crees que podrás hacerme un favor?-

-Hay, Pietro, Pietro…- dijo él, revoleando las pupilas.

-Dime que me ayudarás… Por favor, averigua todo lo que puedas, con nuestros superiores y con cualquiera que se te  cruce sobre el tema, ahora debo averiguar más de ella… ¡Por favor!- le dije mirándolo con ojos de cachorrito.

-¡ESTA BIEN! No tenía intención de hacer tarea pero lo haré…

-Muchísimas gracias Tomás, eres el mejor…-

-Eso está sobreentendido-

Y se fue mientras traspasaba los edificios… Mientras que yo comencé a buscar a esa chica que había visto… Tenía que encontrarla, tenía que conocerla, tenía que volver a ser humano… Tenía que haber una forma…    

martes, 28 de octubre de 2008

Viento

Parte 8: La tarde en la Mansión Woodred


Desde una ventana externa del hospital Klauss contempló esa partida y con dulzura dijo:

-Iris…-

Luego le invadió una ola de curiosidad y dijo:

-Sibila…-

-¡Demonios! ¿Dónde estaban? Y  ¡¿cómo es eso de que llegan Lizzy y Carmen con el alma en sus gargantas diciéndonos que hubo un accidente?!- Gritó Zoe, muy alterada.

Sibila miró a Iris por un segundo y dijo:

-Llevaré los caballos al establo, estaré de vuelta en cinco minutos-

Sibila se alejo con Gertrudis y Coronel y luego Zoe le dirigió la mirada altanera a Iris:

-¿Alguien aquí piensa en darme una explicación?-

-Jaja, si Zoe, no es para tanto, de hecho, estas exagerando, entiendo que nunca antes habíamos llegado tarde pero es que hubo una emergencia con un paciente, lo charlaremos en la mesa…-

-Muy bien…-dijo Zoe, fingiendo estar ofendida mientras entraban a la gran mansión.

Cuando estaban todos reunidos en la mesa con el profesor Woodred a la cabeza de ella, había una sinfonía de ruidos de cubiertos de plata chocando contra la porcelana. Había risas, murmullos y otro tipo de ruidos, todos reunidos en la larga mesa…

-Muy bien niñas, escuché por parte de algunas que hoy fue un día muy interesante…- dijo el profesor –Cuéntenme, a  ver, tú primero Elizabeth-

-Bien, estaba con Carmen en la playa, la zona que estaba cerca del bosque y luego de pronto, oímos una especie de grito, entonces decidimos investigar-

-Es verdad- dijo Carmen mientras se metía un bocado de pan en la boca.

-Carmensita, no hables con la boca llena, recuerda lo que te enseñaron…- dijeron el profesor e Iris al mismo tiempo, mientras reían.

-Perdonen, jaja- dijo ella, cohibida.

-¿Y cómo pasaron la mañana en la playa? Como ya había dicho, hubo un clima precioso, excelente para la playa…-

-La disfrutamos mucho, bueno, sigo: entonces, nos adentramos en el bosque y nos encontramos con Jane y con un hombre extraño que no habíamos visto antes-

-¿Un extraño? ¿Un forastero?- preguntó el señor Woodred, intrigado. Hacía un largo período que no soplaba el viento y por lo tanto, no había venido ningún extranjero al pueblo. Ansiaba conocerlo, porque, además de que el era un ser muy sociable, deseaba obtener noticias o novedades de otros países o sobre otras culturas.

-Si, un forastero, se llama Klauss Queradim y viene de Francia. Es un hombre muy amigable y…- interrumpió Iris, algo eufórica.

-¡Iris, no me interrumpas!- le dijo Elizabeth, irritada.

-Perdón- dijo encogiéndose con una sonrisita tierna a lo que Carmen y Zoe contenían risitas entre ellas con confidencia. Por lo que Iris pudo notar cuando giró la cabeza bruscamente hacia Zoe y hacia Carmen, parecía obvio que algo había pasado entre Klauss y ella, o por lo menos, que hablaba de él de una forma muy peculiar.

-Lo que había sucedido era que este hombre se había esguinzado el pie por subirse a un árbol, Jane le estaba mostrando los alrededores porque se hospeda en la hostería de su madre- terminó Lizzy.

Iris carraspeó, buscando la atención del profesor.

-Eh… Bueno… yo tengo… algo más que decir sobre esto- dijo Iris –bueno, cuando llegaron Carmen y Lizzy al hospital, el doctor Lousett y yo tuvimos que acudir porque estábamos libres y nos conocimos y nos hicimos amigos…-

-Jaja, es tan clásico de ti adorada Iris, eres demasiado amigable – dijo Zoe

-Y eso no es todo… por políticas del hospital se quedará ahí tres días, luego de eso, lo invité a que se quede en la mansión-

Hubo un gran silencio…Sibila, que hasta ese momento había permanecido en silencio levantó la vista para observar las caras de todos los presentes y por último la de Iris. El profesor Woodred fue quién rompió ese silencio tan incómodo para Iris.

-¿Eso hiciste? ¡Estupendo!-

-¡¿QUÉ?!- gritaron todas las huérfanas.

Entonces comenzó un griterío: algunas ofendidas, otras enojadas, otras con curiosidad, otras con expectativa pero luego el profesor levantó una copa y la golpeó con una cuchara para pedir silencio.

-¡Escuchen, señoritas! En tres días vendrá un invitado a la mansión, y se quedará por tiempo indefinido. Como ustedes son damas, lo tratarán bien y lo conocerán. Serán respetuosas con él y lo trataran como se merece…- dijo él como si estuviera haciendo un importante anuncio.

-Es peligroso…- dijo Sibila en un susurro.

-No lo conocemos…- agregó Zoe.

-Pues entonces lo conoceremos… Piensen que si no le ha hecho nada a Jane mientras estaban solos, no habrá posibilidad de que pueda hacerles daño a un grupo tan numeroso como el de ustedes, además yo estoy aquí, como los guardias y los criados que las protegen y las protegerían de cualquier cosa…- dijo el profesor apoyando su mano en el hombro de Sibila y la otra mano en el de Zoe.

-No querríamos tomar ese riesgo, ¿Qué tal si es un ladrón?-

-No lo creo, se veía muy sincero…- dijo Iris, poniéndose del lado del profesor, por supuesto. Iris consideraba muy injusto prejuzgar a un hombre que no conocían y que ella misma había conocido y llegado a la conclusión de que era tan puro e inocente como si fuera un niño, pero comprendía el temor de sus compañeras.

-Me haré responsable de él.- dijo Iris –Yo me encargaré de él, lo prometo, no le quitaré los ojos de encima.- dijo Iris solemnemente. Ella pudo jurar que escuchó algo así como un “ya lo hemos notado” que se escapaba discretamente de los labios de Elizabeth dirigido a Carmensita.      

-Iris y yo nos haremos responsables- dijo el profesor. –No hay de qué preocuparse…-

-No estoy de acuerdo con esto, pero si usted lo permite, señor, entonces no tengo nada más que objetar.- dijo Sibila se levantó de su silla. –Disculpen…-

El almuerzo había terminado y todas las niñas retomaron sus actividades: el señor Woodred se fue a darle clases de cálculo a las niñas de 14 años, Zoe se había ido a hacer equitación a un campo cerca de la mansión, dónde se puso a pensar acerca de el forastero que tendría que conocer dentro de tres días, tenía mucha curiosidad. También había notado el aprecio tan particular que Iris le tenía. Carmen y Lizzy se concentraron en la tarde para pintar al óleo y para tocar el piano y el violín. Ellas más que ninguna otra, adoraban las artes de la música y la pintura: habían plagado la casa de cuadros y sus melodías se escurrían por debajo de las puertas y subías los cuatro pisos de la casa. Sibila se dedicó a la lectura de libros de poesía e Iris a acompañarla mientras cosía manteles bordados con flores.

La cena transcurrió de la misma manera que el almuerzo y luego de ella, todas las huérfanas se sentaron en un gran salón oyendo la dulce música de Carmen y Elizabeth.

Antes de irse a dormir, Sibila e Iris se sentaban a conversar un rato afuera en un balcón, contemplando el firmamento y las pocas luces que quedaban del pueblo.

El paisaje era plena tranquilidad, con la luz de la luna iluminando el agua trasformándola en plata acompañado por el verdor oscuro de las copas de los árboles.

Luego de un momento, Sibila le dijo a su amiga:

-Así que tendremos invitados…-

-Así es- dijo Iris con decisión.

-Pero Iris… Es un paciente… Nunca…-

-Entiendo que estés asustada, pero no lo conoces- la interrumpió

-¿Y tú si?, si sólo lo conociste hoy-

-Es cierto pero… es que…- vaciló su amiga

-Lo se, yo también lo noté, Carmen, Eliza y Zoe no paran de hablar sobre eso- sin quitar la seriedad de su rostro.

-¿Es tan obvio?- preguntó ella, acongojada con una pequeña sonrisa

-Créeme que si-

Luego de esa pequeña charla, Sibila se levantó del banco de madera y le dijo:

-Espero que sepas lo que haces…-

-Lo conocerás mañana- dijo Iris sin darse la vuelta, contemplando las estrellas.

-Lo sé-

Y se marchó a su cuarto. Ella también sentía una muy ligera curiosidad por saber a quien conocería al otro día.       

sábado, 25 de octubre de 2008

Nace un Personaje y su Historia

Advice from a Young Lady - Adrian Johnston


En medio de mi ensoñación, en el colegio, por supuesto, vuelva mi mente y mi corazón…

Curiosamente en los días soleados están más alborotados y más activos, quizás porque en cierto modo me alimenta el espíritu ver el cielo despejado y puramente azul: el gran testigo de mis aventuras y sueños (no es que sea Indiana Jones, sólo que considero mi estancia en la tierra una aventura llena de experiencias). ¡Pero divago!

Bueno, entre toda la luz del día, mi corazón transmite emociones que me golpean fuertemente: mi amor flota y se posa en mis labios hambrientos y en mis ojos, mientras mi alegría se concentra en mis pies y en mi garganta impulsándolos a saltar y gritar.

El mecanismo de mi mente gira eufóricamente imaginando paisajes, como playas tropicales, selvas, bosques, desiertos y a continuación imagina sus habitantes: aves del paraíso, tiburones, dríades, dragones, monstruos marinos, sirenas o ángeles.

Mi cerebro confecciona en una pantalla, un paisaje con sus criaturas. Entonces es cuando en una plataforma se genera el personaje principal: sus rasgos, defectos, pasiones, sueños y demás…  Distraída por la realidad, se interrumpe su nacimiento, guardado temporalmente en un cajón.

Luego de liberarme de las obligaciones, en mi tiempo libre, el cajón que contiene mi personaje se agita exigiendo ser terminado, gritando y moviendo el pie en señal de impaciencia. Automáticamente, vuelvo al lugar en dónde me había quedado: la plataforma. Finalmente el personaje vuela libre en mi cabeza, dispuesto a molestarme tanto como se necesite para crearle una historia, personajes secundarios y todo lo necesario para asegurarse un lugar en mi corazón.

Este ser imaginario no para de molestarme hasta que cumpla sus deseos, pero mi muy dispuesta mente no se puede resistir a los encantos de este ser imaginario tan egoísta prometiéndome aventuras y amor… Por eso mi mente remonta el vuelo y mi personaje aplaude encantado como un niño ante las remodelaciones que mi cabeza la hace a su hogar, su vida y sus sueños.  

miércoles, 22 de octubre de 2008

Esos tontos años...

Parte 6


Si, suicidarme era una idea tentadora y nueva. Nunca antes me había planteado una cosa así: como me inculcaron la religión católica tenía entendida que me “iría al infierno” si lo hacía y eso bastó para guardarme esa idea en un cajón mental.

Estaba cansada de todo el llanto y el dolor, imagínense… Pero a  veces, ocurrían cosas que me llenaban el alma de una forma incomparable. El hecho de que lo salude una vez, a duras penas quizás, y tocar su suave piel era un acontecimiento muy trascendente para mi, incluso tener la posibilidad de hablar con él por el Messenger y notar que la tensión entre nosotros se había reducido ya que me había propuesto ganarme su amistad utilizando las palabras más amigables y el lenguaje más coloquial e informal posible: gracias a él conseguí sacarle algunos “jaja” o algo por el estilo…

Teníamos tanto en común, o por lo menos, eso parecía… Nuestros gustos y posturas eran similares y eso me hacía feliz…

Aunque no dejaba de imaginarme con el en las noches de silencio y oscuridad mientras lloraba como era lo usual.

Dejando a un lado mi enamoramiento, capricho o lo que sea que eso fue, tenía hombros dónde llorar por todas partes: un grupo de amigos incondicionales que me protegía de todo el dolor diurno. Ellos fueron mi chaleco anti-balas que trataban de todas las formas posibles de contenerme en mis pequeños momentos de felicidad. Este grupo en particular,  estaba compuesto principalmente por cuatro personas, sin contar a mi hermana que también me ayudó muchísimo. Eran cuatro mujeres (una de ellas estaba aparte de las otras tres y estaba en el curso de mi hermana) y un hombre. Con este último, formé una amistad envidiable para cualquiera, realmente era parte de mi. Nuestra amistad era tan natural como inhalar o exhalar y se fortalecía con el paso de los días, sobretodo cuando salíamos con otras amigas a pasear o a hacer otro tipo de salidas… El, quizás llegó a ser el alma de todo mi círculo social, y quizás el más importante de mis amigos… En el medio de mi abatimiento el me consoló incontables de veces… Lo había conocido cuando ingresé al colegio en 7mo grado y llevábamos dos años de amistad. Rápidamente nos hicimos amigos. ..

Y así concluyó el primer año de la secundaria, sobreentendido esta que no la pasé muy bien, ni emocionalmente ni académicamente: seis materias a diciembre de las cuales dos me llevé luego a marzo.

Luego de los exámenes de diciembre, en Navidad me sentía de lo más nostálgica. Esa fecha era sinónimo de alegría y de reunión para mí y el dolor no fue del todo fuerte como para deprimirme pero sí para tener presente a mi amor, porque, irónicamente, cumplía en Navidad…  

Los meses de vacaciones fueron dulces y tranquilos, sin rastro alguno de dolor violento, sólo la clase de dolor que se siente cuando uno extraña a alguien. Lo curioso era que el dolor no venía todos los días, estaba siendo incumplidor y eso me llenó de esperanza porque de alguna forma, el cariño tan fogoso que tenía por Fran se estaba apagando, lo que también me indicó que fue un simple enamoramiento (era una simple atracción estética). En la noche, esperando a la Navidad, un mensaje de felices fiestas me llegó al celular: incondicional como siempre, era mi amigo. Dentro de todo llegué a darme cuenta de que esas salidas entre pares, entre amigos, esas salidas bajo el cálido sol del verano, las risas y las travesuras hacían que el padecimiento nocturno se ahogara. Aparte cada vez que me despedía de esta criatura tan especial, el que me prestaba su hombro para todo lo que necesitara (así como sus oídos) sentía un dolor diferente, me di cuenta de que quería volver a verlo y que no quería apartarme de su lado…

En nuestros paseos lo observaba, veía sus ojos, sus risas y sus bromas. Me divertía tanto con él que me olvidaba de todo lo malo, era como una cura para los males. Cuando me sonreía, curiosamente deseaba esa sonrisa, quería escuchar su voz, quería que me sonriera otra vez, quería que me tocara y quería tocarlo, quería abrazarlo y quería que el día fuera lo suficientemente largo como para que estemos juntos como estábamos para siempre…

Una noche, esperaba el dolor, como siempre: preparada, firme para frenar el golpe como quien se para en medio de una gran ventisca para que no sea arrastrado por ella. Las imágenes comenzaron a aflorar. Al principio, observaba a Fran pero… no era eso lo que mi mente quería. Entonces probé otra vez: Fran conmigo, pero tampoco resulto, luego me acordé de mi amigo, mi ángel guardián, me protector, mi “libra-pesares” y entonces las imágenes salieron disparas: el conmigo, el riendo conmigo, el caminando conmigo y resultó, eso era lo que mi cerebro estaba buscando, eso era lo que quería, eso era lo que deseaba. No quería a Fran conmigo, lo quería a EL conmigo. Y un brillo de esperanza y esplendor reinó como una gruesa capa sobre mi corazón y mi alma, la alegría era tan palpable que la podía abrazar. Quería cantar, quería bailar, quería tocarlo y abrazarlo. Entre todo ese silencio, entre toda esa alegría que sentía en mi interior, tuve una gran revelación: me había enamorado de él... 

sábado, 18 de octubre de 2008

"Desde el cielo" I

Presentación


La historia que voy a contar no ha terminado. Aún no. No se cómo va a terminar, pues no tengo asegurado el futuro, no soy yo el que lo maneja. Lo maneja alguien más, de un rango superior al mío y al de todos. ÉL lo maneja. Él que está sobre todos nosotros. No lo he conocido y no creo que lo pueda llegar a conocer algún día… No todos nosotros tenemos esa ventura. Él está muy ocupado, atendiendo asuntos más importantes que mis propios problemas, o los de mis compañeros, somos nosotros justamente, los que, por medio de su poder, resuelven los problemas. Bueno, en realidad no todos nosotros, sólo una mínima parte del porcentaje completo resuelve problemas: algunos salvan vidas, otros nos convierten, nos suben de rango o nos destierran, nos hacen firmar documentos, o manejan otro tipo de asuntos, algunos son los secretarios principales de Él, que son los que pueden verlo todos los días y atienden asuntos sumamente importantes. Mi caso es que soy uno de los que velan por las vidas humanas, yo cuido que todo esté en su lugar en ellas y que no halla ninguna irregularidad, soy el que gestiona la rutina de la población, pero no de toda ella, ¡oh no!, sólo en la calurosa ciudad de Miami. Es un buen puesto y estoy muy satisfecho con él (pues me ascendieron a él muy recientemente, según recuerdo hace tres años), no lo hubiera cambiado por nada, además me gusta la ciudad: es muy alegre, hay turistas todo el tiempo y es divertido, siempre un alma nueva por cuidar y conocer…
Pero, ¿dónde están mis modales?, me presentaré: me llamo Pietro y sí, es un nombre raro. Morí a causa de un accidente de auto, hace cinco años, con mis recién cumplidos dieciocho años, lamentable, pero la vida continua, o por lo menos, lo que viene después de ella… Me ascendieron rápidamente porque cuando llegué aquí por primera vez entendí todo, se aclararon todas mis dudas y pude ver con claridad todo y pude volcar toda mi esencia en lo que tenía que hacer (¿qué otra cosa me quedaba por hacer sino?). No sentí dolor por mi muerte, porque había recibido a cambio algo mucho mejor: la felicidad eterna, lo que sí sufrí, fue el dolor de mis padres, que me habían dado todo en vida. Me desmembró el alma por partes presenciar que mi velorio lloraban y que mi madre se desangraba el corazón abrazando el contenedor de mi cuerpo… Luego de cinco años, ellos siguen adelante pero con una herida que nada puede curar y que sigue abierta… Pero me aparezco en los sueños de mi madre de vez en cuando, dándole aliento para seguir, diciéndole que todo saldrá bien y que estaremos todos juntos en la eternidad, por lo que ella despierta esperanzada y alegre…
Todo en la bella Miami estaba perfectamente como debía estar, por lo menos en lo que respectaba a mi labor, todo hasta que un día, una tarde calurosa de Marzo, me encontré con algo, cruzando la calle, que llevó mi alma al espacio…

miércoles, 15 de octubre de 2008

Viento

Parte 7: La conclusión de Jane.



De pronto, como saliendo de su ensoñación, ella giró la cabeza para mirar a Klauss con sus ojos azules y profundos como el mar.
Al clavar sus ojos en los de él, ella le sonrió haciendo que él se sonrojara-
-No se preocupe señor Queradim, lo curaremos, el doctor Lousett es un excelente doctor- dijo Iris con voz cariñosa y cálida como si le hablara a un bebe.
-Eh… gracias, por favor, llámeme Klauss- dijo él con nerviosismo.
-Muy bien Klauss, tiene suerte de que Jane estuviera con usted, es muy buena, y en momentos difíciles, es la mejor amiga-
-Si que lo es, ¡bien dicho!, muchas gracias Jane- dijo él acariciando amigablemente la mano de Jane.
Iris no dejó pasar este acto.
-Jaja, agradécele a Iris, a Carmen y a Lizzy- dijo ella sonrojada.
-¡Gracias Lizzy, gracias Carmen!- gritó Klauss.
Luego se escucharon dos voces diciendo “de nada”.
-Y muchas gracias… Iris-
-Por nada Klauss-
Jane tampoco ignoró el nerviosismo en la voz de Klauss cuando pronunció el nombre de su amiga…



Al llegar al hospital internaron a Klauss, sólo porque la política del recinto decía que los pacientes debían quedarse por lo menos tres días, afortunadamente para Klauss, no hubo ninguna fractura, nada más un esguince.

-Aquí es dónde dormirás en estos tres días, Klauss. Siento mucho que te tengas que quedar por así son las reglas, ahora podrías estar disfrutando del cielo del mediodía, comiendo manzanas- dijo Iris llevando a Klauss en una silla de ruedas hasta una cama. Estaba apenada por el hecho de que se iba a privar de un día tan bonito como ese. Típico de ella, que se apenaba y preocupaba por sus amigos, incluso de los que acababa de conocer.

-No te preocupes, Iris, no hay problema, puedo quedarme todo el tiempo que sea necesario- le respondió él con una sonrisa plantada en su cara. Esa era la única expresión que podía ofrecerle a Iris, dado que ella era tan bonita que le hacía sonreír.

-Jaja, muy bien, me alegro, además es por tu salud, espero que luego no andes por ahí colgándote de los árboles. ¿Quieres que me quede por un momento?-

-¡Si, si, por favor! Sino me aburriré, tú podrás alegrarme Iris. ¿Podrás verdad?-

-Claro que sí, no soy un payaso pero podremos charlar.-

-Jaja, de acuerdo. Por cierto, ¿puedo hacerte una pregunta?- le preguntó Klauss con aspecto curioso.

-Si, por supuesto- le contestó ella.

-¿Tienes algún parentesco con las dos niñas del bosque, Carmen y Lizzy? Es que noté una relación que parece ser de hace mucho tiempo-

-Y no te equivocas, las niñas que te rescataron en el bosque son amigas mías desde que ellas saben caminar-luego Iris, hizo una pausa.

-Que bien cuidadas están esas amistades, me alegro mucho por ti y por ellas, desde el principio supuse que eras buena haciendo amigos, jaja, funcionó conmigo- dijo Klauss con una sonrisa enorme, tratando de llegar a un terreno más amigable y de más confianza.

-Es verdad Klauss, soy muy sociable, me gusta mucho hacer amigos y confiar en la gente, me hace sentir bien-

 

Él se sentía muy feliz y cómodo hablando con su nueva amiga. Suele suceder que se forman relaciones bajo circunstancias especiales como que alguien se lesione el pie y venga su enfermera a socorrerlo.

 

-Es algo que tenemos en común, Iris, yo también soy sociable y hago amigos con la misma facilidad con la que transformo el oxígeno en dióxido de carbono-

-Me doy cuenta que es cierto-

-Cuéntame, ¿eres tú quien vive en es gran mansión en la colina? Tengo curiosidad por esa residencia-

-Suele despertar curiosidad a los viajeros. ¿Pero de dónde sacaste la conclusión de que yo vivo ahí?- dijo Iris frunciendo la frente.

-Eh, no lo se, tus ropas se ven caras, como esa casa-

-Jaja, bueno, te mencioné   que conozco a Lizzy y a Carmen desde muy pequeñas, eso es porque ella, junto con otras más y yo somos huérfanas y vivimos en la residencia Woodred, que antes de que llegara el señor William era un asilo, un orfanato. ¿Entiendes? Cuando llegó el profesor, compró el recinto y nos adoptó y educó- respondió Iris con solemnidad.

-Que buen hombre-

-Si, ¿verdad? ¿Te gustaría conocerlo?-

-¡Me encantaría!-

-Entonces, luego de que salgas de aquí, podrías quedarte en la mansión si es que te quedas en Leiless Hill por más tiempo-

-Mi tiempo aquí es indefinido, claro que iré, me encantaría. Oh, Iris, que buena eres, muy buena amiga…-dijo Klauss mientras aplaudía con alegría y se agitaba en su cama.

-Lo que sea por un amigo pero… ¡hey! ¡Cuidado con tu pierna!-    

-¡Ah! Gracias por todo Iris-dijo Klauss lleno de felicidad.

-Hablando de amigos, Jane está esperando afuera para poder verte, estaba muy preocupada, el doctor Lousett tubo que calmarla un poco, jaja-

-Bien, hazla pasar-dijo Klauss con una mano alzada.

-De acuerdo, adiós Klauss, nos vemos-

-Nos vemos Iris, querida, quédate cerca-

 

Y luego la enfermera se retiró.

Esa era, pensó Klauss, una gran oportunidad de conocer a su nueva amiga mucho mejor, aprovechando que el estaría cerca de ella. Ya podía imaginarse los buenos momentos que pasaría. Estaba incrementando sus esperanzas al máximo cuando entró Jane.

 

-Oh Klauss…- dijo Jane apenadamente.

-Jane, ¿cómo estas? Tengo que decirte algo…-

-¿Yo?, la pregunta es si tú estas bien…-

-Lo estoy, no te preocupes, sólo me quedaré aquí tres días: política del hospital… Con respecto a lo que tenía que decirte…-

-Oh, que bueno, si, cuéntame…- dijo Jane mientras se sentaba en una silla cerca de la cama dónde estaba Klauss.

-Bien, Iris dijo que puedo hospedarme en su casa, la mansión Woodred. Así que luego de estos tres días me iré allá pero no te preocupes por la hostería seguiré pagando la estadía o trabajaré allí, no lo sé pero algo haré…-dijo Klauss tomando la mano de su amiga.

-No te preocupes por eso Klauss. Me alegro mucho por ti, te divertirás muchísimo, Iris es muy entretenida y te puede hacer llorar de la risa y Lizzy y Carmen son muy divertidas también, Zoe y Sibila pueden enseñarte muchas cosas, porque saben muchísimo…-

-¿Zoe, Sibila?-preguntó Klauss torciendo el cuello.

-Si, son dos de las muchas chicas que viven en la mansión, ella cinco son las que se destacan, digamos… Zoe tiene 16 años y es muy atlética, entrena todo el día sus deportes y Sibila es… muy misteriosa y muy hermosa. Tiene 18, como Iris y es su mejor amiga, se dicen “hermanas” entre sí y justamente ella trabaja de enfermera aquí, también-parloteó Jane como si fuera una experta en el tema. Es que tanto ella como Iris y Sibila eran muy amigas y se conocían desde pequeñas.

 

Justo cuando Jane terminaba de “dar su clase” sobre las ocupantes de la mansión en la colina de Leiless Hill, Iris entró a habitación.

 

-Disculpen que los interrumpa, pero vine a decirles que no podré cuidar de ti, Klauss en estos días. Pero mi hermana Sibila se encargará de atenderse si necesitas algo…-

-Entiendo, recién estábamos hablando de ella…-Klauss no pudo evitar sentirse desilusionado: cualquier oportunidad para estar con amiga era muy valiosa.

-Entonces la conocerás mañana, pero no es charlatana como yo, prefiere observar y aprender. Además es muy bonita-dijo Iris con una sonrisa.

 

Klauss imaginó que luego de haber visto a Iris no podría haber en la tierra alguien más hermosa. Sin embargo, ella era la segunda persona en menos de dos minutos que destacaba esa cualidad de su enfermera desconocida. Eso le hizo sentir curiosidad respecto a sus rasgos físicos por lo que su mente comenzó a divagar, imaginando la posible apariencia de ella. No pudo evitar imaginarla con rasgos similares a los de su nueva amiga: rubia, de ojos claros, de tez blanca y de rasgos delicados y armoniosos entre sí.

 

-Pero en fín, ahora ella, Jane y yo debemos irnos-dijo Iris frunciendo la frente.

-Que pena, pera está bien, las dejaré ir hoy…-

-Jaja, nos vemos luego, cuida tu pie…-dijo ella sosteniendo la mano de Klauss entre las suyas. Este, se estremeció con su contacto. Su piel era, además de pálida con tonos rosas, extremadamente suave como la seda. Ella intentó soltarse de unas manos que de improvisto sostuvieron las suyas.

-Lo haré, no te preocupes-y Klauss la miró de forma tan intensa que perforó su mirada.

 

Un curioso cosquilleo recorrió la espalda de ella y dejó sus manos dónde las tenía. Por alguna razón, ella deseó abrazarlo, mimarlo, sostener sus manos y cuidarlo.

La atmósfera se estaba sobrecargando y en la habitación reinó un silencio incómodo y más para Jane, que luego de unos minutos rompió diciendo:

 

-Muy bien Klauss, cuídate, vendremos mañana a visitarte-

-¡Por supuesto que vendrán!, jaja. Vengan, presiento que serán días largos…-

-¿Con Sibila siendo tu enfermera? No lo creo. Pero en fin… Iris…-y mirándola, ambas se dirigieron al exterior del hospital.     

Iris tenía un semblante pensativo y su amiga lo notó.

 

-¿Estás bien?-

-Si, si, es sólo que… Klauss es… extraño-

-Jaja, si eso es lo que notaste, Iris, te diré lo que noté yo: está enamorado-

-¿A sí, Jane? ¿De ti?-

-¡No, tonta! ¡De ti! ¿Crees que a mí me mira como te mira a ti? Que ingenua eres, amiga mía- dijo Jane muerta de risa, mientras abrazaba a Iris que tenía los ojos como dos lunas gigantes.

-¡Oh, Dios! ¿Enserio? Bueno, no se…que decir. ¡Pero espera! El no lo dijo, así que es sólo una hipótesis…-

-Es que apenas te conoce, quizás necesita tiempo. Aparte, soy buena observadora y él es de la clase de hombre que es orgulloso y que no revela sus sentimientos a la primera…- dijo Jane con un dedo alzado, pagada de sí misma.

-A la primera…-repitió Iris, sumida en sus reflexiones.

-Y tú le diste una perfecta oportunidad con hospedarlo- dijo Jane.

-Es verdad, pero…-

-Lo hablaremos después, ahora debo irme a informarle a mi madre que Klauss irá contigo y lo del accidente…-

-Enviaré a un criado a por sus pertenencias. Saluda a tu madre de mi parte y de parte de Sibi- y con un fuerte abrazo se despidieron.

 

Iris se sorprendió por las teorías de Jane. En lo que a ella respectaba, nunca había sentido interés por alguien. Era demasiado infantil para ese tipo de sentimientos. Conocía la hermandad, el compañerismo, la amistad, la solidaridad, la cordialidad pero ¿el amor? Definitivamente no.

Sin embargo, el cosquilleo que sintió cuando Klauss tocó sus manos y la miró de esa manera no lo había sentido nunca: era atracción, no se le ocurría que pudiera ser otra cosa. Klauss era muy interesante, de alguna forma, seductor; también se hacía querer, por lo que alimentó algunas esperanzas.

Si eso era amor, entonces podría cultivarlo con el tiempo y más fácil resultaría si ese afecto era correspondido. Su corazón deseó esto último.

 

Salió del hospital y vio a Sibila esperándola en su caballo negro apodado “Coronel”, junto a su yegua, Gertrudis.

 

-¿Porqué has tardado tanto, Iris?- preguntó Sibila con la vista al frente, sujetando con fuerza las riendas de su brioso caballo.

-Es que estaba con un paciente- respondió su amiga mientras se subía a su yegua.

-¿Será el que tengo que cuidar yo?-

-Pues si. Te encantará, es… muy amigable-

-¿Qué fue esa vacilación?- a Sibila no se le escapaba nada.

-Eh… nada, te lo diré luego…-

 

Abruptamente Sibila cambió de tema.

-Muy bien, vámonos, el profesor se preocupará si no llegamos pronto, ya estamos llegando tarde para almorzar-

-Tienes razón, Sibi-

 

Y ambas salieron del pueblo a todo galope.

Desde una ventana externa del hospital Klauss contempló esa partida y con dulzura dijo:

-Iris…-

Luego le invadió una ola de curiosidad y dijo:

-Sibila…-