viernes, 13 de agosto de 2010

Se Derrite

Si las almas tuvieran grosor y ese grosor fuera de papel, el alma de él sería de un cartón duro y resistente, imposible de romper, mientras que el de ella sería de papel cebolla.

Un millón de comentarios hirientes, aunque no intencionales, le decía a ella, que en silencio se quebraba de pena, lastimada por tonterías sin importancia y sin malicia. Quizás es por eso que estaba neciamente enamorada de él. Se enamoraba a rasguños y estaba acostumbrada al desamor y a un maltrato por lo que, una persona buena pero algo fría, podía hacerle meter en la cabeza la idea romántica de corregirlo, de cambiarlo y de hacerlo cálido con facilidad. Leía con ojos brillantes las palabras que decía y ella, en su papel de la encarnación de la ternura y de la amabilidad, le aconsejaba de la mejor manera posible su bien. Aunque, también, ciertas actitudes de él y de su naturaleza la volvían anhelante e inevitablemente coqueta. Se mostraba mimosa de forma sutil, y quizás se le escaparon algunos “te quiero” en el transcurso de sus días de charlas, lo que la hacía sentir, de alguna manera, especial, bonita y sensual. Ella creía en la implacable efectividad de la palabra para seducir. Lo había hecho antes y sentía que lo estaba logrando nuevamente. Sostenía fervientemente que la palabra, la inteligencia, es la base de todo y es la forma más efectiva de conquistar aunque lleve tiempo, ya que se debe demostrar que se es inteligente. Se debe “mostrar el cerebro” para que lo aprueben. Y entre toda la conversación se llegará al resultado de dar una buena impresión. “Especial”, “intrigante” o “fascinante”, son los términos con los que la suelen relacionar. También, por ser un ser piadoso, amable e idealista, su corazón se inclina hacia las personas que necesitan sanar, a las personas que necesitan amor. No porque ella estuviera entregada de antemano.

Con cada alago, por más simple e insípido que sea, ella lo considera un triunfo. Lo que era ligero y sin importancia, ella lo codifica para que su cerebro lo escriba con una tinta más fuerte. Quizás no significa nada pero ella vive ese triunfo con la alegría de haber logrado su propósito en la vida.

El es alguien frío y ella es muy cálida. ¿Qué pasa cuando hay un hielo sometido a mucho calor?

martes, 27 de julio de 2010

Inferior

¡Dios! Soy tan cobarde. Tanto que lo que debería decirte lo escribo en una página anónima para que cualquiera lo lea, menos quien tiene que leerlo.

Pero en fin, es catarsis.

No puedo decirte todo esto. No se puede. Estas triste y estás enamorado de otra. Pensando esto bien, soy lo opuesto a quien amas. Totalmente.

Yo me estoy enamorando ¿sabes? No quería. Fue una imprudencia, una tontería. Está mal. Debería ser un error. Pero yo no lo siento así.

Sos tan tonto. Me enamoré de un tonto. ¿Por qué no te queres? ¿Por qué te odias? Me enfurece tanto escucharte decir eso. Si vieras… Si supieras… Si ojalá pudieras verte con mis ojos. Te amarías como te amo yo. Tonto.

Pero así como vos sos un tonto, yo también lo soy. Tanto por mi imprudencia como por ser similar a vos. No debes saber nunca que te amo. Nunca. Porque yo soy inferior, yo no merezco quererte. No tenes que saber nunca que te amo. Afortunadamente sos tan ciego que no ves las señales que inconscientemente te doy. Podré superarlo. Lo superé antes y lo lograré otra vez. De eso puedo encargarme yo. Pero no debes saberlo, nuestra amistad moriría, no me hablarías más y puedo conformarme con eso, con eso soy feliz. Además no me mereces. Mereces una Reina, alguien que esté a tu altura. Dirías que la perfección no existe pero entonces alguien que esté lo más cerca posible de ella. Nadie merece más que vos. Y no mereces menos que eso. Yo… no alcanzo ese nivel. No puedo llegar a él. Por eso mismo nunca debes saber, lo mucho que te quiero. Lo mucho que te adoro. Mereces algo mejor que yo. Yo no soy suficiente.

Una parte de mí muere por decírtelo. Pero es cuando tengo que educarme y proteger esos sentimientos que tengo que erradicar, protegerlos de quien los genera. Tengo que ser fuerte, tengo que contenerme de decirlos. Es mi misión.

Porque mereces más que yo.

lunes, 21 de junio de 2010

El Regalo

En un día que no sabría decirse si era de día o de noche una tormenta quebró al cielo. Los rayos de Zeus cortaban las violentas olas del mar, convirtiéndose en una balacera de luces y agua. En medio de esta pelea un barco naufragó. Se tambaleaba de un lado a otro con el peligro de hundirse o ser el blanco de un proyectil de Zeus. Laboriosamente se debatía entre las olas. Todos tenían miedo. Algunos aceptaron su destino y observaron sin inmutarse como un rayo partía el mástil principal y con su peso le hacía un agujero a la cubierta del navío. Entre el grito y la alarma que confunde a los hombres, la carga de pólvora conoció al fuego. No hubo esperanza para nadie.

Con una excepción.

En el navío había una muchacha; joven, pobre, sola. Su esperanza estaba en cruzar el mar, para poder sobrevivir, para probar tener suerte, para progresar; aunque nunca cruzó ese mar.

Los nadó a todos ellos…

Entre las astillas, entre los que intentaban salvarse, la muchacha flotaba inconsciente. Entre los estallidos, los gritos y los tiburones que rondaban, la muchacha se hundió. Sintió la sensación del agua que se escurre por la garganta, que la llena con violencia; sintió al agua llenándola por completo, respiró el agua; la ahogó. Esa desesperación la despertó, y se dio cuenta de que estaba a punto de morir. Estaba llena; la sentía en sus pulmones, sentía su sal en la boca, le pesaba y la arrastraba a las profundidades. Intentó subir, hacia el aire, hacia la vida, pero no podía ascender. Vio cadáveres arriba, vio tiburones comiendo, fuego, lluvia y comprendió que moriría tanto arriba como abajo. Se estaba asfixiando y no podía sobrevivir. No pudo tomar una decisión, ya que volvió a desmayarse.

Ahí estaba ella, una estatua de mármol, flotando inconsciente en la oscuridad del mar. Su pelo negro bailaba alrededor de su cabeza, coronándola, transformándola en una especie de diosa. Sus prendas flotaban al mismo ritmo del mar. Era una diosa.

Pero no se quiso que terminara su vida aún.

Algunas de las criaturas del mar son curiosas y este joven tritón lo era. Había visto de lejos a las “personas de arriba” pero nunca estuvo tan cerca de una. Escondido tras un arrecife, pensó que esa “cosa” no lo vería pero al observarla mejor, parecía… muerta. Lentamente se acercó a ella y comprobó que estaba muerta. Vio que era una chica, y que era muy… bonita. Tenía largas pestañas que casi llegaban a sus pómulos, sus labios estaban cerrados pero unas diminutas burbujas se escapaban de ellos, hacía arriba, hacía su hogar, hacía su vida, su aire… Comprendió al ver la superficie que la tormenta destrozó otra de esas grandes naves que llevaba la gente de arriba para no nadar. Era bastante común, pero nunca se había acercado a una de ellas. Nunca había visto tan de cerca a un “humano”. La contempló mientras flotaba, etérea, frágil… Era hermosa. Pero estaba muerta. Quizás aún no era tarde, quizás podía llevarla a la superficie y de alguna forma hacerla respirar. Resuelto, tomó su mano.

Grave error…

Su piel era suave, tan suave que se derretía en su palma; era incluso más suave que el agua, si eso era posible. Tocó su mejilla y era igual de suave que su mano, toda ella era suavidad. Contempló sus facciones otra vez. No podría nunca llevarla a la superficie. Jamás.

Con suavidad la tomó en sus brazos y corrió el pelo de su cara. No podía llevarla. No podía hacerlo.

Tomando su cara entre sus manos, presionó suavemente sus labios sobre los suyos. Una luz intensa brilló ahí donde sus labios se tocaron, y la oscuridad murió con ese beso.

Los ojos de la muchacha se abrieron y su primera imagen fue de la sonrisa blanca y tierna de un joven que la miraba con cariño.

Su segunda imagen fue de sus piernas, que ya no lo eran, sino que eran una larga cola cubierta de escamas.

Entendió todo. Y con ese pensamiento, sonrió al joven que aún la sostenía.

Se sintió en su hogar.

Encontró su hogar.

jueves, 10 de junio de 2010

Viento

Parte 13: William Woodred


Frente a ellos se alzaba una obra arquitectónica enorme. Colosal. Parecía una versión más pequeña del Palacio de Versalles, salvo que esta residencia estaba hecha de ladrillos rojos. A su lado, había un invernadero, canchar para hacer deportes, un circuito para hacer equitació y, por supuesto, los establos. Parecía un club, una sociedad exclusiva. En las canchas se podía ver a un grupo de niñas practicando esgrima, mientras que en el circuito algunas de ellas hacían trotar a sus caballos.

-Es... es... magnífica- dijo Klauss anonadado.

-Es nuestra casa- dijo Carmensita como si eso lo justificara todo.

Dios santo, interesante estadía iba a tener el señor Queradim...


Al aproximarse a la mansión Klauss distinguió a un grupo de figuras en la entrada: dos jóvenes criadas y un hombre maduro. El hombre era alto, quizás tanto como Klauss. Iris había mencionado una vez que el señor Woodred estaba en sus cuarenta y tantos. Pues este hombre tenía las arrugas de los cuarenta y la barriga de los cuarenta correspondientes que un hombre feliz y satisfecho puede tener a esa edad. Su mirada vidriosa y cordial estaba brillante por el rayo de sol que cruzaba sus lentes. Todo en su apariencia era elegante e inspiraba confianza y seguridad salvo su pelo: era un nido blanco de pelusas con mechones que iban en todas direcciones. Le recordaba a Beethoven.

-¡Señor Woodred!- gritó Carmensita al momento en el que saltaba de su pony y abrazaba al hombre con toda su energía.

El señor Woodred río, abrazó a la pequeña y le revolvió el pelo en un gesto paternal que el padre de Klauss aún le hacía a él mismo.

-Carmen, querida. ¿Qué tal el viaje? ¿Has cuidado a tus hermanas?-

-¡Sí! Y traje a Klauss. Todos están sanos y salvos- dijo con una sonrisa con agujeros.

-¡Excelente! Hola Iris- al ver a su otra protegida bajar elegantemente de su yegua.

-Señor Woodred- saludó ella con una sonrisa. Se apretaron la mano y él le acarició la mejilla, cariñosamente.

-Hola Sibila- dijo al ver a la joven aún montada en su caballo negro a lo que ella le respondió con una inclinación de cabeza y un respetuoso “señor”. Sin sonrisa. Sin inmutarse.

Klauss no se sorprendió ante ese frío saludo, tan diferente a las sonrisas y los abrazos de Iris y Carmen; pero aún así pudo notar que en esa simple palabra se escondían un afecto, respeto y admiración totales.

Al bajar el del carruaje la mirada del señor Woodred se fijó en él. Sus ojos claros eran penetrantes y Klauss comprendió que había temido a ese momento. Al momento en el que conocería a William Woodred, padre, maestro y ejemplo de sus amigas. Ejemplo de Sibila… Le tenía miedo. De alguna manera, a ese hombre es a quien tendría que pedirle la mano de Sibila cuando llegara el momento. Tenía que agradarle. Tenía que tener su aprobación…

-Vamos, no tengas miedo, tonto- le susurró Carmensita, mientras Iris lo empujaba a su encuentro con su padre.

-Señor, le preseto a Klauss Queradim- dijo la joven. –Klauss, el es el señor Woodred, nuestro padre y maestro-

-Klauss… Es un placer conocerlo- dijo Woodred estrechando su mano con una sonrisa. –Me alegro muchísimo de que se encuentre con nosotros en nuestra casa- -Niñas, por favor ¿Serían tan amables de llevar las pertenencias del señor Queradim a su habitación?- les dijo a las dos criadas que con una sonrisa obediente llevaron sus pertenencias al interior de la mansión. Klauss se maravilló con el afecto que ese hombre les tenía incluso a las criadas.

-Carmen, Iris. Preparen el salón principal para presentarles a las niñas nuestro nuevo huésped y para que él las conozca- les ordenó a las jóvenes a lo que ellas respondieron un “sí señor” y fueron felizmente al interior, no sin antes darle una mirada de aliento a Klauss.

-¿Sibila?- preguntó el hombre.

Sibila desmontó y acarició la testuz de Coronel ausentemente.

-Voy a llevar los caballos al establo- y dicho esto saludó con una inclinación de cabeza a los dos hombres y se retiró. Por un momento Klauss se abstrajo observando el elegante cuello de Sibila mientras se alejaba con los animales. Parecía una amazona.

-Iris y Carmen me hablaron mucho sobre usted, señor- interrumpió el señor Woodred.

-Lo mismo digo, señor. Lo admiran mucho y lo quieren mucho- respondió Klauss, algo nervioso.

-Son niñas muy buenas. Carmen es muy inteligente ¿lo notó? Y la pobre de Iris… tan distraída pero tan cálida y alegre. Sibila también es muy buena y amable, quizás no lo haya notado por su carácter frío pero lo es-

-No dudo de que todas son muy buenas chicas, señor. Es verdad que Sibila es algo reservada y no he conversado con ella pero puedo ver que es buena y educada-

-Siempre ha sido así. Fría y poco demostrativa pero sé que le cuesta. Téngale paciencia como le tenemos todos nosotros. Ya verá- dijo el señor Woodred con ojos pícaros. ¿Acaso descubrió que Sibila le atraía?

-En fín, debemos entrar para hacer las presentaciones, no hay tiempo que perder. Pero mientras las niñas se preparan le mostraré las instalaciones- dijo.

-Muchas gracias, señor- y lo siguió, bordeando la casa.

Caminaron por un largo sendero dónde había un jardín repleto de arbustos con formas de caballos, flores, cipreses y piedritas hasta llegar al invernadero.

-Aquí está el invernadero. Carmensita no se cansa jamás de hablar de él. Aquí es donde cultivamos cierto tipo de vegetales, algunas flores que no están en estación y mis hierbas para los remedios. Quizás le hayan comentado las niñas, que solía ser botánico-

-Sí, señor. Iris me lo comentó-

-Cuando era más joven y tenía menos barriga trabajé tanto que adquirí una fortuna considerable y decidí retirarme tempranamente a un lugar tranquilo en el cual vivir. Encontré este pueblo y esta residencia. Encontré a estas niñas y decidí hacer un cambio: decidí cuidarlas y enseñarles todo lo posible para poder manejarse en la vida independientemente y triunfar. Cuando llegué aquí este lugar estaba en muy malas condiciones. Las niñas estaban vestidas con trapos y podían verse sus huesos atravesando su piel. Imagínese como hubieran sobrevivido, si es que sobrevivían…-

Klauss no conocía ese detalle del horfanato. Imaginó a las dos pequeñas Iris y Sibila en huesos, sucias y enfermas. Imaginó a Carmensita, más pequeña aún… A Lizzie cuidando de Carmen cuando ni siquiera podía cuidarse ella misma…

-Que terrible…- dijo, entristecido.

-Lo es… Lo era. Pero no es momento de estar triste. Las niñas son felices y trato de que tengan todo lo posible para serlo. Y ahora ha llegado usted: un amigo para ellas. Elizabeth, Carmen, Iris e incluso Sibila han estado diferentes desde su llegada a Leiless Hill-

¿Sibila también estaba diferente?

-¿Diferentes?-

-Más alegres. Ansiosas.- respondió el señor.

-Oh-

¿Así que Sibila también estaba alegre y ansiosa?

-Sibila lo demuestra menos pero yo la conozco, créame. Lo puedo notar-

Klauss no dijo nada y simplemente se limitó a caminar junto al señor Woodred.

-En estas canchas pueden jugar tenis y otros deportes. Es el lugar preferido de Zoe-

-¿Zoe?- preguntó Klauss ante el nombre desconocido.

-Oh, es verdad. No la conoció. Es parte del grupo de Iris y las demás. Confieso que tengo cierta predilección por estas cinco niñas. Pero amo a todas por igual, no piense que no. Cada una destaca en algo… Carmensita con su inteligencia, aprende muy rápido todo y es muy perspicaz. Iris es alegre y amorosa; Elizabeth con su arte, su espíritu creativo y su tranquilidad contagiosa, Sibila con su ostracismo pero con una lealtad incomparable, y Zoe con su humor y su espíritu competitivo. Conocerá a Zoe y le parecerá igual de encantadora que las otras, se lo aseguro- dijo con una sonrisa.

-No lo dudo, señor- respondió Klauss. Recordó cuando Iris le había dicho algo similar sobre Sibila, antes de conocerla. Pero no sintió la misma curiosidad por conocer a Zoe como la que sintió por conocer a Sibila. No podía existir nadie más perfecto que Sibila. No estaba enamorado de otra más que de Sibila. Ella era su obsesión.

-Allí está el establo- señaló el señor Woodred a un gran recinto de madera. Sibila ya había pasado y dejado a los caballos pero ya se había retirado. –Absolutamente todas las niñas, las diecinueve, aman cabalgar; por eso el establo es tan grande. Hay veinticinco caballos. Puedes montar cualquiera que desees con una excepción-

-El caballo de Sibila-

-Sí. No debes nunca, jamás, ni siquiera acercarte a él. Sólo deja a ella que se acerque-

Al terminar de ver los alrededores de la residencia, el señor Woodred dijo:

-Bien, esta es su casa-

-Muchas gracias señor y debo agradecerle por lo de la hostería. Insisto en que debo pagarle…-

-Ni una palabra, señor. Ni una palabra. Olvídese de eso-

-Muchas gracias, señor-

-Dígame William- dijo el buen hombre sonriendo.

Recordó a Sibila y su discusión por los nombres y no puedo evitar sonreir.

-Muchas gracias, William-

Y con eso entraron al salón principal de la mansión dónde una hilera de diecinueve niñas los esperaba expectantes.

lunes, 12 de abril de 2010

Sentada en mi Sillón...

Tangerine - Led Zeppelin

Esta tarde me siento nostálgica.

Tengo 17 años y faltan meses para que cumpla años. Estoy en el último año de secundaria y sé que mi vida aún no empezó. O bueno, el tipo de vida que se vive cuando uno es dueño de uno mismo, cuando tiene responsabilidades y se convierte en adulto.

Los tres primeros años de secundaria lloré como nunca, patalee, tuve tres intentos de suicidio, dos amores no correspondidos, no me integré en un grupo, me pelee con las pocas amigas que tenía y me quedé completamente sola. Me saqué muchos unos, me pelee con profesores, fui a dos psicólogas, estuve a punto de repetir un año escolar y fui muy miserable.

El cuarto año fue mejor, lo saben, ¡qué va! Conocí gente, tuve mi tercer psicóloga (la más efectiva, y aún la tengo), leí muchísimos libros, me afiancé a un grupo de amigas que me quieren y me respetan, me alejé de mis antiguos demonios hasta que mi amor/odio por ellos se disolvió hasta convertirse en una total indiferencia, estudie química (¡!), me llevé sólo una previa, me reí mucho, lloré menos, me enamoré otra vez. En fin, salió el sol, o por lo menos amaneció el día con distintos colores.

Y ahora estoy en quinto año. Estoy por terminar secundaria. Estoy en el borde. Tengo tareas que hacer, fiestas a las que asistir, alcohol que probar, tengo que reírme, tengo libros que leer y labios que besar.

A pesar de que sufrí bastante y me reí menos, extrañaré la secundaria. La volvería a hacer, aunque piense que esté lista para la siguiente etapa. No puedo evitar sentirme… vieja jaja. Siempre recordaré con amor cada instante, incluso los malos, por todos ellos me formaron y hacen de mí lo que soy: por eso soy híper-sensible: no importa cuántas veces vea Orgullo y Prejuicio, SIEMPRE lloro cuando Lizzy le da el Sí a Darcy, por eso soy idealista en el amor: quiero tener todos los hijos que pueda mantener y dichosa concebirlos con mi marido, por eso me gusta leer: en mis tiempos de soledad los libros fueron mi compañía, mi consuelo y ahora no puedo soltarlos.

Por todos esos momentos, que formaron mi adolescencia soy Yo.

domingo, 4 de abril de 2010

“Un sms vale centavos... pero sabés cuánto vale uno tuyo para mi?”

Hoy daba vueltas por Facebook, hablaba con amigas, miraba hermosas fotos de Zachary Quinto (mujeres: es comestible, así que ¡Google Imágenes!) Hasta que me encontré con un grupito que despertó mi interés: Un sms vale centavos... pero sabés cuánto vale uno tuyo para mi?

Sinceramente, para mí, los celulares son un estorbo: me hacen un huevo en el bolsillo delantero del pantalón porque no uso bolso ni cartera (¿sólo para un celular? no señor), hay que cuidarlo mucho, vienen cada vez más caros, en fin… Los considero con más contras que pros.

Aunque… no siempre es así.

Hay veces en que no puedo sacármelo de la cabeza, hay veces en que está anexado a mi cuerpo, hay veces en las que estoy casi arrodillándome y rezando para que haga ese sonido, el sonido más hermoso del día, ese “brrrrdddd” que hace cuando vibra. Cuando trae buenas noticias. Cuando trae sonrisas.

Al ver este grupo, pude ver que hay personas que piensan lo mismo.

Hay tanto odio en el mundo, tanta crueldad… Hay seres humanos que complican tanto las cosas… Pero hay otros, que con mandar unas simples palabritas de amor hacen tanto por otras, crean, hacen cosas increíbles en el alma del otro...

Hay tanto odio, y en este grupo, en esta tontería cotidiana que es esta red social leí cosas como estas: me hace tan feliz cuando me llega un sms tuyo amor!”, “no te tienen precioo!!!! :D”, “alegra la vida el alma y es todooo....,q te pregunten si estas bien??ahyy mi vidaa,te amo♥♥♥...”, I M P A G A B L E ! y son los que me alegran la vida...”, “DARIA MI VIDA X UN MSJ TUYO MI AMOR !”, “y sigo esperando tu msj... eres mi vida.... no lo olvides princesita!!!”

Esas cositas, de alguna forma me dan esperanza; me dicen que hay amor en todas partes y que, cuando me siento sola, cuando pienso que no hay de ese tipo de amor para mí, me alivian y me recuerdan que para todos hay uno, que hay alguien que los espera, que habrá alguien con quien compartir mensajes de texto, risas, afecto…

Tan pequeño y tan simple es un mensaje, y sin embargo hacen tanto en el corazón de quien lo recibe ¿verdad?

Yo lo creo así.

jueves, 1 de abril de 2010

La Adolescente Perfecta

"Soy insegura.
Me siento sola.
Las chicas no me integran, no me puedo integrar.
Se ríen porque soy diferente.
Digo que estoy bien para que no te preocupes mamá.
Me esfuerzo para integrarme pero aún así no puedo.
Tengo que salir a los boliches y fiestas.
Tengo que emborracharme.
Tengo que ser delgada.
Tengo que conocer más gente.
Tengo que chaparme chicos, muchos chicos.
Tengo que hablar como ellas.
No tengo que leer tanto.
Tengo que aparecer en cuantas fiestas sea posible.
Tengo que tener contactos, muchos.
En lo posible, tengo que tener sexo.
Tengo que hacer más chistes con un humor adaptado al de ellas.
Tengo que lograr que los chicos me quieran.
Tengo que tener más amigos varones, si o si.
Tengo que conocer de cumbia y reggeaton.
Tengo que ser más linda.
Jamás escuchar música antigua y mucho menos opera y música clásica.
No tengo que ser inteligente.
Tengo que usar ropa de marca y muy cara.
Tengo que mirar los programas de televisión que ellas quieren que vea."
Tengo que dejar de ser yo...


Basta.

domingo, 28 de febrero de 2010

Amor Mío

Abandonados. Solos. Así es como estamos ahora: lejos del mundo. Sólo nosotros.

En este mundo me importan pocas cosas, muy pocas cosas... Me importa mi casa, que es muy bella –si puedo presumir-, con sus cuartitos separados por puertas de shôji, sus escondites, sus recuerdos… Me importan mis animales: mi fuerte caballo, que me lleva al pueblo cuando hay que comprar comida y me lame la mano cuando le doy una manzana, mis gallinas que sacrifican sus huevos para que pueda comer, a mis ovejas que con su lana me mantienen caliente en los días fríos… Me importa mi jardín, en dónde está mi árbol sakura, que me da sombra y alegra mis ojos con sus flores delicadas, rosas y suaves… Pero lo que más me importa está junto a mí, descansando... Al dejar las puertas abiertas, el ocaso dibuja sombras y le da brillos dorados a su piel, que más suave que las flores de sakura me parece al tacto. Al verlo en esa postura, tan abandonada, despreocupada y vulnerable, me produce un amor y compasión tan intensos que por poco lo despierto de un beso. Esa tarde me reenamoré de él. Me reenamoré de sus gestos al estar concentrado, de su boca cuando hablaba con serenidad, de la fuerza de sus manos al trabajar la tierra, de sus ojos brillantes y negros, de la fe y la admiración que me profesaban su sabiduría y su amor.

Decidí que esa tarde nos amaríamos, como nunca nos amamos.

Me trató con la delicadeza con la que se trata a una orquídea y me abrazó tratando de contener la pasión y el amor que yo estaba desesperada por liberar. Y aún ahora me sostiene entre sus brazos como si me fuera a romper. Mi compañero, mi amigo, mi todo. Cuanto esfuerzo, cuánta sangre, cuando dolor había en mi vida y sin embargo el hombre que ahora duerme en mis brazos que también me abraza borró todas esas pena de un plumazo. Tan simple y tan poco parece todo cuando él está conmigo para sobrevivir esas tormentas juntos. En sus ojos veo mi fuerza, esa que nace en mi corazón y me hace seguir adelante. En sus ojos veo ese amor que es sólo y exclusivamente para mí. En sus ojos veo confianza. Veo lealtad. Veo amistad…

Cuando entre besos y suspiros decía “te amo”, yo podía abrir alas invisibles y volar, llevarlo conmigo al cielo dónde podíamos gritar nuestro amor y que los dioses lo escucharan. Cuando dice esas dos, pequeñas y simples palabras siento que puedo hacer todo. No hay dolor suficiente, ni esfuerzo, ni lágrimas que quiebren mi voluntad cuando él dice esas simples palabras. Son el elíxir por el cual vivo: construyo mis murallas, mis palacios, mis días, mis alegrías, mis sueños a base de esas dos palabras.

Al tocarlo, su piel se derrite en mis manos y en mi boca, como si fuera agua. Ni ahora termino de saciar mi sed por esa piel. Y aún así, bajo ese camuflaje de delicadeza, suavidad y belleza se esconde fuerza y masculinidad, capaz de romper mis huesos.

Amo verlo dormir, como debe sucederles a casi todas las mujeres que ven a sus hombres dormir, después de amarse. Existe cierta… magia, cuando duerme. El sonido de sus inhalaciones y exhalaciones me adormece, como si me estuviera invitando a soñar. Su expresión neutral, como la de las estatuas, tan bella y apacible me enternece y me honra, porque se permite soñar y bajar sus defensas, pero sólo conmigo. Yo soy la única que vive este espectáculo, sólo yo lo veo de esta forma, sólo yo puedo tocarlo y abrazarlo…

Es mío y yo me siento la mujer más feliz del mundo por pertenecerle… Porque yo le pertenezco. Y siempre le perteneceré...

jueves, 21 de enero de 2010

Soy Movimiento 2010. Semana 4: Contra la Violencia a los Animales

Era una mañana perfecta en mi preciosa pradera, porque la sentía como propia. Me sentía tan feliz en ella… Mi pradera era enorme, gigante, hermosa: las mariposas volaban y se posaban en mi nariz rosada y en mis orejas peludas, haciéndome cosquillas, los ciervos saltaban por todas partes con sus cervatillos y mordisqueaban las flores, las aves cantaban anunciando que era la mañana. Todo era perfecto.

En la tranquilidad de la mañana veía a mis hermanos y hermanas entrando y saliendo de las madrigueras, olisqueándose entre sí y saltando por las colinas. Pero algo no estaba bien… Observando los arbustos y los árboles en la periferia de la pradera y en el bosque circundante observé unas creaturas extrañas. Bípedas, peladas con trajes extraños similares al follaje del bosque. Al salir de sus escondites vi que eran altos y traían algo con barras plateadas en sus manos.

Jamás había visto unas criaturas tan extrañas, y me acerqué a ellas. Cuando me acerqué a uno de ellos, este se agachó y me acaricio el cuello peludo. Me gustaba pero luego me agarró por el pellejo y me metió en esa cosa con barras, encerrándome.

Me desesperé, no podía salir, sentía mi corazoncito latiendo fuerte en mi pecho y observé como las otras creaturas encerraban a mis hermanos y hermanas en esas cosas duras y frías. No sabía a dónde nos llevaban pero luego de atravesar el bosque nos encerraron en un monstruo similar a la cosa de las barras en la que cada uno de nosotros estábamos encerrados pero blanco y con cuatro círculos en cada punta. La oscuridad nos invadió. Sentía que nos movíamos pero no sabía a dónde nos llevaban. No sabía cómo volveríamos a casa. Pero sabía que teníamos que salir, urgentemente. Teníamos que escapar.

Luego de unas horas, la luz cegó nuestros ojos. Y esas creaturas se distribuyeron nuestras pequeñas prisiones para luego encerrarnos en una más grande a cada uno. Ahora teníamos algo que se suponía era comestible y agua pero aún así sentía que algo malo iba a pasar. Frente a nosotros había barras plateadas llenas de otros animales: perros, gatos, aves…

Pasó un día y al siguiente un bípedo entró a dónde estábamos todos nosotros. Automáticamente todos los animales temblaron, salvo nosotros, que no terminábamos de entender qué era lo que sucedía. El bípedo se acercó a mi prisión, abrió la jaula y me tomó del pellejo. Ahora era yo el que temblaba…

Me llevaron a un lugar blanco, con extraños objetos, y lleno de bípedos pero con trajes blancos. Hasta sus manos eran blancas. Me depositaron en una superficie blanca y desde allí pude observar que más bípedos llegaban con algunos de mis hermanos y hermanas; hasta que uno de ellos impidió mi visión. Sostenía algo, que al apretarlo lanzó un líquido; lo golpeó y me lo clavó. Sentí la puntada y dolió un poco, pero luego lo único que sentía era sueño, mucho sueño. Adormecido vi frente a mí a uno de mis hermanos, pero algo no andaba bien con él: tenía los ojos cerrados y luego, al abrirlos, estaban ensangrentados. Tenía mucho sueño para alarmarme y lo último que pude ver fue a un bípedo que se acercaba a mí con una especie de palito con la punta rosada. Lo siguiente que sentí, aparte de cansancio, fue dolor, un dolor que sentía en los ojos; me ardían mucho, me quemaban. Sentía como si tuviera fuego en ellos y creo que me escuché gemir. Después de eso, perdí el conocimiento.

Al despertarme, todo estaba oscuro, pensaba que seguía siendo de noche, ahí en mi prisión. Olfatee el ambiente pero sólo podía oler un olor desagradable, empalagoso, fuerte y lo que me resultó más curioso aún fue que parecía proceder de mí, de mi cabeza… Recordé el dolor de mis ojos y comprendí que esos bípedos le habían hecho algo a mis ojos, algo malo. Y que no era realmente de noche, pues escuché a los pájaros que sólo cantaban en la mañana. Estaba ciego.

Pasó otro día y aquí estoy, en mi prisión, incapaz de ver nada. Jamás podre volver a contemplar la belleza de mi pradera, los colores brillantes de las mariposas, los ciervos, nada.

Luego me alerta un chillido. Y se eriza mi piel al reconocerlo: es uno de mis hermanos chillando. Ese chillido sonaba a desesperación, a dolor, a muerte…

Tiemblo en mi oscuridad. No puedo escapar. Y sigo escuchando chillidos de otros hermanos míos. Están muriendo, los están matando. Por cada grito se escucha un sonido metálico, algo que los golpea y que los hace llorar, y desaparecer. Luego escucho que la entrada de mi prisión se abre.

Me depositan en una superficie mojada y escucho el ruido metálico.



Ciertas empresas de productos dermatológicos prueban sus productos en animales. ESTO pasa de verdad. Por eso, cuando hay un desodorante que dice “dermatológicamente testeado” hay un conejo, perro o gato que se “ofrece” a probarlos en su piel y ojos, sensibles a estos productos.

No estoy estoy diciendo que no usen cualquier desodorante o perfume. Solamente manifiesto mi desaprobación hacia esta espantosa bestialidad.

miércoles, 13 de enero de 2010

"Quizás es que te falta TOLERANCIA"

¿Por qué cuando camino por los pasillos del colegio me miras con desprecio?

¿Es acaso porque piensas que tu pelo rubio y largo no se compara con mi pelo corto y oscuro? ¿Acaso es porque tus ojos celestes no se comparan con mis ojos marrones, “corrientes”, según tus propias palabras? ¿Será que acaso tus piernas largas y esbeltas son más bonitas que mis piernas cortas y rechonchas? ¿Será porque en las fiestas prefiero un jean a una pollera? ¿Será que mi cara con granos te parece desagradable? ¿Será que mi cuerpo es tan diferente al tuyo?

¿Por qué cuando me acerco a tu grupo, todas me miran despectivamente, cuchicheando, cortando la conversación y mostrándose reacias a compartirla conmigo?

Será que a mí me gusta leer poesía, libros en vez de una revista para adolescentes. Será porque en mí tiempo libre me dedico a leer y a escribir en vez de ver las novelas de la tarde.

¿Por qué te ríes de mí cada vez que yo hablo con una profesora sobre un tema que me apasiona?

Quizás es porque no hablo sobre ropa o chicos. Quizás es porque piensas que soy una “traga libros” y que no posee la llamada “vida social” que tú tienes.

¿Por qué no me integras en el grupo?

Debe ser porque soy diferente a ti, diferente a tus amigas.

¿Por qué me apodas con esos feos nombres?

Quizás es porque no te parece agradable ver mi color de piel, mi origen, el origen de mi familia.

¿Por qué no conversas conmigo?

Supongo que es porque me ves diferente, porque tengo gustos diferentes, porque no supongo ningún beneficio ser tu amiga.

Quizás es que te falta TOLERANCIA.

sábado, 9 de enero de 2010

Todo Lo Bueno Tiene Un Final

Estoy tan triste y no hay forma de salir de esta tristeza. Pensaba que esta vez si iba a ser diferente, esta vez tendría una oportunidad de ser feliz, de progresar, de ser parte de algo especial, de algo diferente y hermoso. Pero otra vez me desilusionaron. Me lastimé otra vez, porque esta situación me la busqué yo misma. Lo veía venir, es inevitable, pero como dicen: “todo lo bueno tiene un final”.

¿Por qué todo lo bueno tiene un final? Todavía no era tiempo…

No escribiré mucho hoy, porque no hay nada más que decir. No puedo decir más. No puedo.

Lo único que queda por hacer ahora es llorar.

jueves, 7 de enero de 2010

Mujeres de Arena

Parte 5

15 de Abril de 1824

-Londres-

Evelina Merton Berry dormía en la mansión de Camden Town. Había dormido, gracias a los efectos del ron y del opio, que tomó y fumó luego de una exitosa estafa a un arrendatario de la alta sociedad londinense. Ella, Penny y Richard, su “pseudo-padre” y el de Penny.

Entre las sábanas de terciopelo y seda recordó cuando un año atrás en esa fecha había encontrado a una mugrosa y descuidada versión de Penny Trent bajo una carreta. Al traerla a la mansión se había impresionado por los lujos que había en ella: las alfombras, los muebles, los cuadros pero sobre todas las cosas, por la cocina y la comida. Evelina se asombró de la capacidad para meterse en la boca un muslo entero de pollo, junto con pan y vino. Esa noche Penny devoró la mitad del menú del día, dejando exhausta a la cocinera. Le había caído formidablemente bien a Richard, quién le aseguró a Evelina que le recordaba a ella misma cuando intentó robarle, hace ya tres años. Parecía ser así la metamorfosis de las personas al entrar al mundo de Richard Berry: conocía a una chica indigente a la que le veía “un sexto sentido”, una personalidad especial o un “algo” que le atraía, le enseñaba el arte de la estafa y las artimañas y la creatura desolada, desnutrida, pobre e insignificante gana fortuna, poder, felicidad y unos kilos más, cosa que le paso a Evelina y ¡eventualmente a Penny!

Su menuda amiga parecía haber nacido para ese oficio: se sintió cómoda en la mansión, cuidaba a los perros y a los caballos, acumulaba riquezas, se acostaba con un hombre diferente (o varios) casi todos los días, fumaba cualquier cosa y bebía cualquier cosa y, obviamente, comía como una vaca en celo. Su personalidad se tornó más extrovertida. Richard sostenía que iba a ser una de las reinas de los ladrones, por la forma en que había aprendido lo que le había enseñado. Sólo él mismo y Evelina eran mejores. Dormía con un arma bajo la almohada. Gran tiradora, excelente esgrimista y de inteligencia agudísima… Toda una máquina asesina. Sólo tenía confianza en Evelina, Richard… y la cocinera.

Con Ivy, especialmente, entabló una gran amistad: era su mejor amiga, su hermana y su guarda espaldas. De alguna forma, Penny pensaba que ella le había salvado la vida, así que estaba en deuda con ella. Si su amiga corría peligro, se encargaba de sacarla del lío, aunque rara vez era necesaria. Se podría decir que Penny se arrancaría una mano por ella.

Evelina esbozó una sonrisa al recordar a la menudita Penny, en camisón con una pistola en la mano, que acababa de utilizar en la frente de un ladroncito inexperto que trató de hacerse con los jarrones chinos de la biblioteca el mes pasado.

Cuando Penny Trent tenía un arma en la mano, era mejor no ser su blanco. Incluso si estaba de mal humor las paredes recibían alguno que otro agujero, la biblioteca tenía tantos que parecía un queso.

Esa fecha también le recordaron otras cosas: se cumplían catorce años desde la muerte de su madre, más bien, el asesinato de su madre, luego de haber sido brutalmente violada. ¡Y por un maldito miembro de la asquerosa milicia! “Al servicio de Su Majestad” como no… A partir de ese momento odió a toda autoridad, a todo hombre que lucía esa horrorosa casaca roja. Cada vez que veía uno, recordaba al violador y asesino de su madre. Recordaba sus ojos, que brillaban con lascivia, la forma en que le sonrió luego de apuñalar a su amada madre… Una lágrima resbaló de la comisura de sus ojos y enfadada por ser tan débil, la secó rápidamente. ¡Estúpida milicia!

Se obligó a pensar en otra cosa como en que, en esa misma fecha, hace tres años, Richard la había “recogido” de las calles sucias de Londres para luego entrar en ese mundo de comodidades en el que vivía ahora.

Suspiró… Parecía que todos los acontecimientos importantes de su vida sucedían el 15 de Abril. Quizás debería hacerse un tatuaje con esa fecha o hablar con alguna gitana, que conocía muchas, amigas de Richard.

Richard… Su salvación, su amigo, su padre, su maestro. No sentía resentimiento alguno por hacer lo que hacía. Estaba resentida con la sociedad y con la ley. Él era el amor y señor de todo el bajo mundo de Londres y ella era la heredera, ¿qué más podía pedir?

Pero… de pronto, se dio cuenta de que no era lo que ella quería. No… no era suficiente. Contemplando en la oscuridad una pintura que tenía en su habitación, frente a la chimenea; en ella había grandes embarcaciones, luchando contra una tormenta en el mar embravecido, con olas gigantes.

Una palabra resonó con un eco en su mente y la golpeó en forma de una gran revelación: “piratas”

¡Eso era! ¡Eso quería ser! ¡Quería ser pirata! Quería navegar, emborracharse en las islas del Caribe, quería fiestas alocadas todas las noches, botines y más botines, acompañado todo esto, con la belleza y la tranquilidad que le inspiraba el mar. Resumido, quería ejercer sus dones… pero en el agua. Y con semejante epifanía se dirigió corriendo a la habitación de Penny.

Su amiga roncaba… Había botellas de todos los tipos de alcohol vacías y medio llenas, desperdigadas por todo el cuarto. Entre ese mar de sábanas la menuda Penny dormía desparramada, abrazada a una botella de ron y enredada a un joven que había conocido la noche anterior.

Ivy entró sin llamar a la puerta y gritando dijo:

“¡Penny! ¡Acabo de tener una revelación!”

“¿Qué demo…? ¡¿Sabes qué hora es?! “preguntó Penny, al comprobar con la poca luz del alba que eran las seis. Evelina escuchó la voz de su amiga que denotaba sueño y resaca.

“No importa eso… ¿Quién es este?” preguntó haciendo un gesto con la cabeza señalando al hombre que abrazaba la cintura de Penny.

“Esto es Jean-Pierre o lo que queda de él. ¿A qué viniste?” preguntó mientras tomaba un poco del contenido de su botella.

“Tengo que contarte algo: ¡piratas!”

“¿Qué?”

“¡Piratas, Penny! ¡Piratas!” dijo dando saltitos en el marco de la puerta.

Luego de despertar a Jean-Pierre y dejarlo en el pasillo con sólo una sábana como prenda, le pidió a Ivy que se explicara.

“Ahora explícame bien porque repites “piratas” como una idiota y que sea una buena explicación porque tengo resaca, son las seis de la mañana y estoy de mal humor”

“No hay diferencia con tu estado habitual. Mira, estaba pensando en la cama y me surgió una idea genial: ¡¿Por qué no nos dedicamos a la piratería?! Dijo excitada como un niño mientras cruzaba sus piernas en la cama. “¡Seamos piratas, Penny! Richard controla tierra y nosotras controlaremos los océanos. ¡Viajaremos por el mundo y ningún idiota de la milicia nos detendrá! ¡Sremos insuperables!”

“Hey, y yo que pensaba que fumaba mucho opio, ¿existe algo más fuerte?” preguntó, mirando a Ivy como si tuviera un cuerno en la frente.

“Que tonta, Penny. Tendrías más alcohol”

“Mira a tu alrededor, Ivy ¿te parece que puede haber más alcohol que este?” dijo abarcando todas la botellas de cuarto que estaban aún sin abrir, tiradas en el suelo.

“Tendrás más hombres…” intentó Ivy.

“Y definitivamente no viste a Jean-Pierre con más detenimiento”

“Vamos Penny… Quiero aventuras, quiero salir de Londres. Siento que hay algo mejor que nos espera. Ahí, pasando el puerto… Por favor…” suplicó, tomando la mano de Penny entre las suyas.

Su amiga reflexionó. Sería bueno cambiar de aires y últimamente notaba a su amiga muy inquieta… Tal vez tenía razón. Cuando Evelina Merton Berry tenía un presentimiento no debía tomarse a la ligera. Además quería probar esa extraña comida asiática a la que le llamaban “sushi”.

“Está bien” se rindió.

“¡¡GRACIAS!!” dijo Ivy tras abrazarla. “Hay que avisarle a Richard” dijo, al saltar de la cama.

“¿A esta hora? Te pegará un tiro, por más de que seas su amada hija” le dijo Penny rascándose la barriga.

“Tienes razón. Volveré a dormir y luego le diremos nuestros planes”

“Si, si…” dijo Penny, acomodándose en la cama para retomar el sueño. “Trae a Jean-Pierre ¿quieres?” entre bostezos.

“Si, claro” dijo Ivy, pero su mente estaba ausente, lejos, navegando…

“Piraras” pensó…