miércoles, 27 de agosto de 2008

Viento

Parte 6: Cuando Klauss conoció a Iris.

En ese momento, Carmen entraba corriendo al hospital. Al entrar al pasillo principal encontró a Iris revisando unos papeles. -¡Iris, tienes… que venir… al bosque, ocurrió un… accidente!- gritó Carmensita entrecortadamente por el cansancio que le produjo la carrera. Luego abrazó a Iris quien espantada le dijo: -Dios Carmen ¿Qué pasó? ¿Lizzy está herida? ¡Cuéntame!- le dijo mientras abrazaba fuerte a su pequeña amiga. -¡Espera que recupero el aliento!... un amigo de Jane se rompió una pierna al caer de un árbol Lizzy y Jane están con él.- -Quédate aquí que iré por unas enfermeras y luego nos indicarás dónde están- -Está bien pero ¡date prisa!- dijo Carmen mientras veía alejarse rápidamente a Iris.


Luego de unos minutos, Iris volvió con un doctor y con otra enfermera.
-Bien Carmen, ve con mi yegua que está afuera y guíanos hasta Jane y los demás- dijo Iris.
-Muy bien, enseguida-
Y Carmen guió al carruaje hacia el bosque…

-¡Jane, Elizabeth, ya llegamos!- grito Carmensita al trote sobre Gertrudis, la yegua de su amiga.
-¿Qué pasó niñas?- preguntó Iris, alarmada al tiempo en que salía del carruaje de un salto.
-¡Oh! Iris, mira: este es Klauss Queradim, se cayó de un árbol intentando agarrar manzanas y su pierna… creo que está rota- dijo Jane, apenada.
-Ahá, muy bien, ¿otra cosa le duele señor Klauss?- preguntó Iris, acercándose a Klauss mientras examinaba su pierna lesionada.
-No, sólo la pierna- dijo el joven intentando sonreír.
-De acuerdo, eh… doctor Lousett, hay que entablillarle la pierna…-
-Ya veo… muy bien… no creo que esté rota, no hay mucha inflamación pero, lo averiguaremos en el hospital- dijo el doctor.
Frederic Lousett era uno de los doctores de Leiless Hill. Era muy capaz en su profesión y era muy amigo del botánico William Woodred. A menudo iba a la residencia a tomar el té con él, a veces a cenar o a pasar la tarde con Iris o con Sibila. Tenía 23 años y al ser tan joven, no hacía más que plantar la admiración entre sus colegas. Pero el caso era que Frederic tenía una relación especial con Iris: tenían una gran amistad, pero no era esa su pretensión: estaba enamorado. Como la mayoría de los hombres de su edad, no era del tipo que confesaba sus sentimientos y no sabía como proceder ante ella con esa clase de confesiones. Además, Frederic Lousett era tan manso y tímido como una mula…

-Carmen, Lizzy, ustedes usen a Gertrudis y tú Jane ven conmigo dentro del carruaje, así podrás acompañar a tu amigo- dijo Iris mientras subía al carruaje ayudada por Frederic, con Klauss ya dentro con su pierna entablillada.

Klauss tenía mucho dolor pero lo podía soportar; no le estaba prestando atención a su pierna. Estaba interesado en la mujer que acababa de conocer: Iris. Entre todo el dolor observaba a esa muchacha con su pelo rubio rojizo, trenzado con un moño, con sus rasgos delicados, labios rosados y tersos, figura esbelta y con su mirada tranquila observando los campos que desfilaban en la ventanilla del coche. Estaba cautivado por ella.

De pronto, como saliendo de su ensoñación, ella giró la cabeza para mirar a Klauss con sus ojos azules y profundos como el mar.
Al clavar sus ojos en los de él, ella le sonrió haciendo que él se sonrojara-
-No se preocupe señor Queradim, lo curaremos, el doctor Lousett es un excelente doctor- dijo Iris con voz cariñosa y cálida como si le hablara a un bebe.
-Eh… gracias, por favor, llámeme Klauss- dijo él con nerviosismo.
-Muy bien Klauss, tiene suerte de que Jane estuviera con usted, es muy buena, y en momentos difíciles, es la mejor amiga-
-Si que lo es, ¡bien dicho!, muchas gracias Jane- dijo él acariciando amigablemente la mano de Jane.
Iris no dejó pasar este acto.
-Jaja, agradécele a Iris, a Carmen y a Lizzy- dijo ella sonrojada.
-¡Gracias Lizzy, gracias Carmen!- gritó Klauss.
Luego se escucharon dos voces diciendo “de nada”.
-Y muchas gracias… Iris-
-Por nada Klauss-
Jane tampoco ignoró el nerviosismo en la voz de Klauss cuando pronunció el nombre de su amiga…

sábado, 23 de agosto de 2008

Esos tontos años...

Parte 4

Como había dicho antes: fue un grave error. Mi cerebro calculador concluyo todo mal y el resto de mi cuerpo pago su falta…
Fue una noche de viernes que un grupo de amigas se juntaban en nuestra casa a quedarse para dormir, todavía no estaba lo suficientemente aislada en mi mundo mental como para estar lejos del mundo social y público. Las chicas parloteaban y hablaban sobre cosas que para mi me parecía de lo más intrascendente. Éramos cuatro o cinco chicas en mi pequeño escritorio, algunas mirando la televisión y otras haciendo tonterías y chateando en las computadoras. Yo estaba sentada en un brazo del sofá, muy sumergida en lo que decían mis amigas. Yo nunca me consideré charlatana, simplemente por miedo a aburrir, por no tener un tema interesante como para el cerebro humano de una quinceañera o simplemente porque me consideraba mejor oyente…
Veía como reían, como le daban golpecitos al teclado, como apretaba un botón para cambiar de canal y luego escuche el ruido de mi reloj que daban las 2.00 de la mañana, “esa era la hora “tráfico” del Messenger “, pensé, quizás alguien de mi personal interés estaba del otro lado del monitor, probablemente aburriéndose, escuchando música de The Doors, o comiendo una pizza con sus amigos divirtiéndose y haciendo Dios sabe que…
Al cruzarse por mi cabeza la persona que yo quería que estuviera conectada me incliné saliendo de mi ensoñación, levantándome del sofá hacia la pantalla. En ella había un nombre conocido: era él. Antes de contar lo que pasó, quiero agregar que había aumentado su fama, digamos que antes del desastre de cómo se entero de que a mi me gustaba, era una cabeza más en la secundaria, el hecho de que me había atraído hizo que fuera conocido en todo primer año; entonces: todas mis compañeras lo conocían, incluso algunas ya eran amigas de él (otras de ellas, con el fin de darme una mano con la “conquista”). A lo que quiero llegar es a que mis amigas tenían su mail, incluso mi hermana que en ese entonces ya estaba al tanto de lo que pasaba por mi cabeza. Esa noche, mi hermana entabló una conversación con el. Yo pensaba emocionada que del otro lado estaba él, conversando con nosotras… Me sobrecogía la alegría al pensar en el, esa alegría que en algunas ocasiones me arrancaba lágrimas.
Pero la conversación estaba llegando a tensionarse, mi hermana lo estaba presionando, preguntándole cosas que lo estaban incomodando y entonces ocurrió algo que no esperaba: por su actitud reservada y reprimida no pensé que iba a dejar en claro que yo “no estaba en su lista de preferencias”, según él… Recuerdo esa noche perfectamente. Yo se que no quería lastimarme pero al decir eso, toda la esperanza que había acumulado, todo lo que yo estaba alimentando en mi interior se desmoronó como un muro. Yo me creía una persona fuerte, pero no había pensado nunca hasta que punto esas palabras me habían demostrado mi propia fragilidad y la facilidad con la que alguien que me importara podía hacer que mi corazón se quebrara de la forma en que lo hizo. Demás esta decir el golpe al ego que sentí: lo había perdido por completo. Esas pequeñas palabras que pretendían ser sutiles (que en realidad lo eran) habían calado muy hondo en mí, barrieron mi interior como si fuera un rastrillo, raspándome, barriendo la alegría, el creerme hermosa, la dicha cotidiana con la que vivía, trayendo nuevos sentimientos de tristeza, desilusión, pena y angustia. Ya no me creía bonita porque mi autoestima había bajado hasta un punto en el que ni una grúa podía levantar. Me caía en un abismo muy oscuro y profundo. Dirán que me tomo las cosas muy a pecho, de hecho es verdad, pero quizás a alguna le habrá pasado: creer que eres capaz de conquistar el mundo o por lo menos a la persona a la que quieres al ver que no niega tu amor pero que tampoco lo aprueba. Es cuando quieres intentarlo, cuando piensas que puedes hacerlo, cuando crees que nada es imposible y que luego llegue el desaire y pienses que ya nada tiene sentido en esta vida. Esa noche comprendí que era insignificante, que no tenía poder, que no podía hacer nada, incompetente como era, vulnerable como me sentía, me miré al espejo y llegue a la conclusión de que alguien como yo, no podía ser digna a alguien como él. Mi error fue que lo idealicé demasiado, hasta un punto en que lo llegue a idolatrar, algo que era enfermizo y que no era saludable. Todo ese razonamiento, ese ultimátum, esas epifanías duraron una milésima de segundo cuando decidí retirarme del escritorio alegando que tenía sueño y que quería irme a dormir.
En la intimidad y la soledad de mi cuarto lloré, lloré como nunca había llorado en mi vida. Las gotas de sal estaban calientes, y no paraban de salir. Estaba muy histérica. A medida que crecían los espasmos, comencé a sentir un dolor en el pecho. Era enorme el dolor y me impedía respirar bien. Trataba de calmarme pero cuando mi respiración se sosegaba volvía su imagen espléndida como de un dios, caminando elegantemente por los pasillos, con sus ojos verdes tranquilos imperturbables mirando al frente y volvía a respirar con violencia. Una imagen patética, debo decir. Fueron las dos horas más largas de mi vida. Dicen que el dolor que se siente cuando lloras es lo más parecido a un infarto que hay. Como los infartos, no llegó a matarme pero llegó a lastimarme lo suficiente como para que me sangrara la nariz.
Cuando llegó mi hermana (porque compartimos el cuarto), simulé estar dormida, ya me había tranquilizado como para tener un pulso tranquilo mientras seguía dándole rienda suelta a las lágrimas. Luego recé, recé mucho, pidiéndole a Dios que me calme, que pueda dormir, que a la mañana me sintiera mejor, que aunque cueste, pudiera ganarme su cariño. Esa noche había conocido al peor de mis enemigos, con el que he luchado todos los días por tres años hasta hoy: el mal de amores…


Bueno, como ya dije, aquí es cuando conocí la razón por la que la mayoría de los poetas escriben, la razón por la que algunos músicos cantan. Nunca había sentido la sensación de dolor por un amor no correspondido pero en fin, son experiencias que todo el mundo sufrió, sufre o sufrirá. Es un alivio que son estas experiencias las que fortalecen al ser humano, las que lo hacen más fuerte…

viernes, 22 de agosto de 2008

Angustia

Hay Amores - Shakira

... Es cuando sus ojos profundos invaden mi alma. En mi estomago se generan esos curiosos cosquilleos que llegan hasta mi garganta y me ahogan. Me inunda un océano de felicidad. Mis labios, mis piernas y mis brazos se tensan y se contienen de no correr, abrazar y besar cada parte de su anatomía que esté al alcance.
¿Qué será de mi vida cuando te vallas?
¿Por qué te quieres ir a un lugar al que yo no te puedo seguir?
¿Qué garantía me dejarás de que te volveré a ver?
¿Qué garantía me darás de que seguiré viviendo cuando te alejes de mí?
¿Por qué, si ya haces mi vida desdichada al ignorarme, quieres destruirla por completo al abandonarme en este pedazo de tierra?
Cuando te escucho muero de alegría, cuando te miro, lloro de amor, y ahora no podré ni verte ni oírte, simplemente me quieres quitar las unicas cosas que poseo de ti, las cosas que puedo sentir con dicha. Luego me quedaré con recuerdos; recuerdos que con amargura notaré y pensaré en mi felicidad perdida y en mi desgracia recuperada. Cuando te alejes de mí, los hilos entrelazados de nuestras vidas se separarán al final y cada uno irá por su lado: seremos conocidos, tú me verás como una chica que solía ser tu amiga (si es que alguna vez llegaras a recordarme) y yo te veré como el amigo de mi adolescencia y mi primer amor, uno verdadero, que no se fijó en la estética y como una flor: tardó su tiempo en florecer. Después serás una anécdota, la cual saldrá a la luz cuando mis hijas sufran de mal de amores y yo quiera confortarlas con mi experiencia. Y cuando sea muy adulta, y los años me hayan otorgado cabellos de plata, te olvidaré: el peor y el más triste de los finales. Peor que la muerte misma es olvidar y yo no quiero eso. No te quiero olvidar. Repito que no quiero eso…
Pero ahora me siento impotente, más que nunca. Sufro desesperada mordiéndome el labio, sentada, aguardando por tu dedición.
Admito que soy egoísta, no debería tener esta actitud, por que se trata de tu bien, lo más importante para mí pero aún así no puedo evitar querer que te quedes, cerca de mí, donde pueda cuidarte y adorarte. Llegué a la conclusión de que sería capaz de arrodillarme y suplicarte que te quedes. Pasaría por las peores torturas si eso hiciera que te quedes aquí. Es que no puedo concebir que te apartes de mi lado, me haría daño, muchísimo daño. No puedo, no puedo… No ahora, te necesito y cerca. No puedo aceptarlo… No puedo…

viernes, 15 de agosto de 2008

Esos tontos años...

Parte 3

“Con la vista fija en la calle” me decía a mi misma, “por lo que más quieras, no mires la casa amarilla, no mires la casa amarilla, no mires la casa amarilla…” pero fue todo inútil porque mi cuello giró mi cabeza automáticamente al escuchar un sonido de puerta cerrándose y unas llaves tintineando: era él, quien también me estaba observando. Instintivamente giré mi cabeza en dirección hacia el frente. Mis manos y brazos se quedaron tiesas, ajustadas a mi cuerpo, el cual estaba caliente de la vergüenza. “¡Mierda!”, pensé. Al llegar al colegio, el precioso chico, subió a la par nuestra, pero manteniendo una distancia segura, tratando de estar lejos de mi pero que no parezca obvio, desgraciadamente, yo tenía los sentidos agudizados, siempre los tuve agudizados cuando se trataba de él, vigilaba cada uno de sus movimientos y noté que quería estar lejos de mi como yo de él. No quería pasar más vergüenza, tampoco quería que se alejara porque cualquier oportunidad que pudiera tener de contemplarlo no debía desperdiciarse, ya que desde el ataque del día anterior no paró de observarme y viceversa…
No recuerdo exactamente cada día, por que se convirtió en una rutina, una especie de persecución, pequeñas batallas en una larga guerra, en las que huía derrotada… En los recreos era blanco de muchos ojos, principalmente de los de él y de los de sus compañeros, supongo que era blanco de burlas también pero nunca me enteré de ellas, veía sus ojos verdes, profundos, únicos, doblegaban mi voluntad con cada mirada. Pronto, al cavo de unas semanas, sabía cada uno de sus movimientos, cada tipo de información, cada detalle de el: cual era su comida preferida, deportes, gustos musicales, nombre de mascotas, hermanos, etc. Cualquier cosa era bien recibida con una enorme felicidad, sentía un amor intenso que se crecía cada día, mi corazón se inflaba cada vez más y parecía que no iba a parar de inflarse, me di cuenta de que el era especial, decente, amable, caballeroso, era muy buen alumno, buen amigo, y esa persona tan sobresaliente expuso cada sentimiento mío al exterior, era alguien que no se veía todos los días, era único, invaluable, bello, completamente diferente a todos los hombres que había conocido anteriormente, era algo nuevo, un hombre de una especie en extinción, era refinado, de carácter dulce, simpático, cada movimiento, cada sonrisa, era magia; no solo por ser alguien hermoso, cuyos rasgos eran delicados y pulidos como los de un ángel, sino por que su personalidad, su interior, su alma, eran… únicos. Había encontrado a la persona más perfecta de mi vida, dirán que no existe la perfección pero no era así para mi, la vía en el…
El amor para mí se convirtió en un culto en el que Jane Austen era la sacerdotisa que intercedía por el, al ser mi primer amor, me sentía como flotando entre las nubes, cada sabor, cada sensación era nueva para mi, única en su tipo y quería más y más. Él resucito cada lado de mi femineidad, despertó a la mujer que dormía dentro de la niña, me sentía adorada y hermosa (sin necesariamente recibir amor de nadie), era más coqueta, me preocupaba por mi imagen de una forma más constante, me sentía como una mujer, una mujer nueva que había descubierto un tesoro de un inestimable valor. Pero él era demasiado para mi, me sentía indigna de tal persona, por eso mejoré en mis notas y en ser mejor persona. El sacaba lo mejor de mí, me hacía y me impulsaba a ser una persona mejor…
Con cada conversación incómoda que teníamos por Messenger (que era un interrogatorio al que lo sometía preguntándole sobre lo que sea) aumentaba mi amor hacia él, luego de mucho tiempo pude ponerme en su lugar y darme cuenta de lo incomodísimo que habrá sido para él esas conversaciones y contestar esas preguntas. Las palabras me salían como verborrea, preguntas, preguntas, preguntas… Quedaba en ridículo inconcientemente…
En los pasillos cuando él se dirigía al baño, yo me quedaba en la puerta de mi aula para verlo pasar, el me miraba y yo le sostenía la mirada hasta que él ya no lo resistía e instintivamente dirigía su mirada a cualquier parte que no fuera en mi dirección. Mi persona lo ponía realmente muy incómodo, o por lo menos esa era la impresión que yo tenía, puedo darme cuanta ahora, que como él es especial, se comportó hacia mi como todo un caballero, soportando la humillación a la que yo lo sometía sin herirme. De alguna forma, me observaba en los recreos a una distancia en la que él se sentía seguro, lo podía deducir, desgraciadamente había sacado mal mis conclusiones y mi cerebro inventó que mi amor tan profundo hacia el era correspondido, solo que él era muy tímido como para expresarlo y concluí que yo debía ayudarlo. Grave error…


Esta parte, esta pequeña parte era mi etapa de "obseción", aunque esta siguió luego con más intensidad: una obseción que rozaba el acoso... Nunca pude haber idealizado más a alguien... Quizás es por eso que estoy tan loca.

lunes, 11 de agosto de 2008

Viento

Parte 5: Pierna Rota




-Llegamos al bosque, Klauss- le dijo Jane. -¡Genial!, ¡Mira!, un manzano, ¿quieres una manzana?- le preguntó él, caminando hacia el árbol cuya copa y frutos estaban muy elevados. -¿Treparás hasta allí?-cuestionó Jane, dirigiendo su índice con recelo hacia la parte superior del árbol. -Si, ¿porqué no?, ¡adoro las manzanas!-dijo Klauss excitado subiendo por el tronco. -No vallas a caer, ten cuidado- le susurro Jane con preocupación. Pero desafortunadamente Klauss pisó una rama que se quebró, haciéndolo caer…





El grito de Klauss sonó en todo el bosque, rompiendo el silencio, incluso se dejó oír en el pueblo. La señora Harris asomó su cabeza por la ventana de la cocina en dirección al bosque con curiosidad…
Entre chapoteos y risas, el grito se coló en los oídos de Carmen y Lizzy, alertándolas.
-¿Escuchaste eso Lizzy?, sonaba como… un grito, cerca de aquí, quizás deberíamos investigar- dijo Carmen asustada.
-¡Si!, tienes razón, puede que alguien necesite ayuda, vamos a ver que pasa…-

-¡Demonios!- dijo Klauss apretando los dientes.
-¡Dios mío Klauss!, no te muevas, parece que te torciste la pierna, quédate aquí que iré por ayuda- dijo Jane apretando los hombros del joven.
-No, espera Jane, no te vallas, no es mucho daño, puedo caminar…- dijo él intentando levantarse, a lo que Jane apretó aún más sus manos en los hombros de Klauss.
-¡No Klauss!, ¡¿estás loco?! , definitivamente la caída te afectó, iré por ayuda, no tardaré-
Y en el momento en el que Jane se ponía de pie para buscar auxilio aparecieron Carmen y Elizabeth de entre la maleza.
-¿¡Jane!? , Dios mío ¿qué le pasó, esta herido?-dijo Lizzy alarmada al ver a Klauss apretando los ojos y los dientes con Jane a su lado en el suelo.
-¡Carmen, Lizzy!, si, si, Klauss cayó de un árbol y creo que se torció una pierna, quizás esté rota…-
-Carmen, tú eres rápida, corre y busca a Iris o a Sibila, ellas siguen en el hospital, ¡ve!-
-Si Lizzy, iré tan rápido como pueda- y dicho esto, Carmen fue corriendo al pueblo.
-No se preocupen, Carmen es muy rápida, tú sabes Jane que casi le alcanza en velocidad a Zoe, traerá a Iris o a Sibi en un segundo, aguante señor Klauss- dijo Lizzy.
-No hay problema, puedo esperar, muchas gracias- dijo él con la mandíbula tan rígida como un cubo de hielo.
-Por cierto, sé que no es el momento pero me llamo Elizabeth Woodred, es un placer conocerlo- tendiéndole la mano al joven.
-Eh… Lizzy, creo que no es el momento…-dijo Jane, algo preocupada.
-No te preocupes Jane, encantado… de… conocerte… Lizzy… yo soy Klauss… Queradim- concluyó, contendiendo el dolor de su pierna.
-¡Oh! Que precioso nombre, tiene usted acento francés, ¿de ahí proviene? Adoro Francia, a Jane también le gusta, está entre nuestros planes futuros visitarlo…-
-Jaja, si, Jane ya me había dicho sobre su amor a Francia…- dijo él mirando a Jane, quien comenzó a ruborizarse por ser el centro de la conversación.
-¿Acaso soy yo la única que está preocupada por la pierna de Klauss que podría estar rota?-dijo Jane frunciendo la frente con preocupación.
-No seas tan melodramática Jane, mi pierna y yo estaremos bien- y luego Klauss posó su mano en la de ella y la apretó dulcemente con una sonrisa en su rostro.
Jane se ruborizó ante ese gesto pero le sonrió de igual manera.
Elizabeth era testigo de ese momento y rompió el silencio diciendo:
-Espero que Carmensita llegue pronto al hospital…-
La impresión que le causo a Elizabeth sobre Klauss consistía en que el era un joven sumamente informal, ella lo trataba de “usted” mientras que el, como si fueran amigos de toda la vida la llamaba “Lizzy”, incluso cuando se acababan de conocer. Físicamente ella pensó que era un hombre muy atractivo. Cuando se dejó al descubierto el acento y la nacionalidad de este individuo, inmediatamente se ganó el afecto de Elizabeth, quien amaba viajar y sobretodo a Francia, cuyos sastres, según ella, eran los mejores del mundo. Incluso comenzó a albergar esperanzas que Klauss Queradim podría llegar a ser el futuro compañero de una de sus jóvenes amigas, quizás de Jane, con quien parecía llevarse muy bien… Quizás…

En ese momento, Carmen entraba corriendo al hospital.
Al entrar al pasillo principal encontró a Iris revisando unos papeles.
-¡Iris, tienes… que venir… al bosque, ocurrió un… accidente!- gritó Carmensita entrecortadamente por el cansancio que le produjo la carrera. Luego abrazó a Iris quien espantada le dijo:
-Dios Carmen ¿Qué pasó? ¿Lizzy está herida? ¡Cuéntame!- le dijo mientras abrazaba fuerte a su pequeña amiga.
-¡Espera que recupero el aliento!... un amigo de Jane se rompió una pierna al caer de un árbol Lizzy y Jane están con él.-
-Quédate aquí que iré por unas enfermeras y luego nos indicarás dónde están-
-Está bien pero ¡date prisa!- dijo Carmen mientras veía alejarse rápidamente a Iris.

sábado, 9 de agosto de 2008

Esos tontos años...

Parte 2

La primer hora se paso como una bala, no le preste atención alguna a la profesora de matemática que sin lograrlo trataba de hacerse escuchar por todos mis compañeros, yo estaba concentrada, en mi mundo, recordando lo que había pasado antes de entrar al aula y lo que estaba por hacer: yo nunca fui, ni soy, ni seré de esas chicas decididas que simplemente van y toman lo que desean de un chico, no, tampoco era lo suficientemente espontánea y extrovertida como para acercármele a uno y decir “hey, me gustas, te paso mi mail”, era lo suficientemente valiente como para confesarme por Messenger, lo que me parecía patético, pero en fin, entonces, había ideado un plan: yo no era buena relacionándome, al contrario, era muy tímida a la hora de conocer personas pero tenía unas cuantas amigas que sí eran capaces de hacer eso que era tan difícil para mi. Decidí poner mi estrategia en marcha… Tenía una compañera, llamada Eugenia, que era experta en relacionarse con personas del género opuesto, le confié que había alguien en la secundaria que me gustaba, se lo describí y en el primer recreo se lo enseñé, “es ese, flaquito, de ahí” le dije, ella estaba revolviéndose en su salsa, con los ojos brillándoles ante tal chisme. Le pedí que hablara con el, si podía y le pasara mi mail, diciéndole que me gustaba (¡ahora que recuerdo lo que le pedí, me siento realmente idiota por haberlo hecho y verán porque! jaja), ella accedió, hasta ahí, no había problema, realmente se me cruzó por la cabeza de que las cosas iban a salir bien, pero no fue así…
No sabía hasta que punto mi amiga se divertiría en el segundo recreo hablando con este chico, ¡no!, no me malinterpreten, no es que a ella le gusto también (aunque no la hubiera culpado, el chico era precioso), se divertía hablando con él de Mí: yo estaba con una amiga hablando, esta chica se llamaba Paz (hay una historia en la que ella esta involucrada pero esperaré porque esa historia se encuentra aun a un año de distancia de lo que estoy contando ahora), que sentía curiosidad por saber a qué se debía el tumulto que había en el patio. En el medio de este estaba Eugenia, y este chico, y mientras Paz me arrastraba hasta esa aglomeración yo solo pude decir paralizada “¡hay no!”. Luego escuche las palabras que me sentenciaron a una larga secundaria llena de inseguridad mientras el dedo de Eugenia me señalaba “¡Ahí está!, ¡ES ELLA!”…
No necesitaba verme a un espejo para darme cuenta que mi cara había cambiado de blanco-cal a rojo-tomate, seguramente si me hubiera quedado otro minuto más, hubiera cambiado a azul… Todas las caras voltearon hacia la mía, sentía como perdía los centímetros de altura de tres años, y sentía la sangre hirviendo en mis cachetes y atrás en mi nuca, me temblaban las piernas, y sentía como si me fuera a desmayar, débil y minúscula, los ojos de este chico me miraron y por primera vez supe de que color eran: eran dos gemas perfectas, a la luz del sol; eran verdes, pero no sólo eso, el sol y sus rayos se habían impregnado en ellos, tenía pequeñas rayas amarillas en el iris, rayos de sol en un mar de oliva, y lo más insólito era que alrededor de ella tenía un contorno azul violáceo. Me habían hechizado esos ojos perfectos y desgraciadamente no podía sacar los míos de los suyos. Pude observar que él estaba tan incómodo como yo, y que también se había sonrojado (“¿porqué se sonroja?” me preguntó mi conciencia). Yo no sólo tartamudee, sino que di la explicación o la defensa más estúpida que se me pudo ocurrir: “mentira Euge, te equivocaste de chica” y como acto seguido el brazo de Paz me alejó de esa tormenta, de ese momento tan embarazoso, luego tuve la certeza de que no me iba a olvidar en muchísimos años de esa escena. Después de dar las explicaciones no necesarias a Paz, tocó el timbre, mi salvación, creo que fui la primera en subir ese día, no baje al próximo, por miedo a encontrarme con ciertas personas. Euge se disculpó en la última hora y bueno, debo decir que el daño ya estaba hecho así que aunque aprecié su disculpa, ya estaba hecho y no me importó nada más que defender mi dignidad. Me sentía la mujer más idiota del mundo, pero bueno, ya saben que con la autoestima que debe deducir que tengo, no hacía otra cosa que castigarme por esas tonterías (realmente estaba loca jaja). Al tocar el timbre me aleje de toda la población estudiantil, rezando por no encontrarme con nadie y como flash me fui a mi casa.
Esa misma tarde como acto rutinario, abrí el msn, sin esperar nada diferente, pero para mi sorpresa, apareció una de esas ventanitas de que “fulano te agregó como contacto de msn Messenger”, para mi sorpresa era quien creía que era, digamos que por su mail, pude sabe que se llamaba Francisco. Se me impregno ese nombre en la cabeza como el polen a la ropa, no podía concebir un nombre tan bonito en un chico más bello aún.
Ese fue el principio de la etapa de “conocer”. El empezó la conversación, podía olerle la incomodidad desde el otro lado de su monitor, lo que me hizo recordar que quizás estaba chateando conmigo a una vuelta de distancia, eso aumentó mis nervios. Realmente era tonto estar nerviosa pero con lo que había pasado esa mañana, más el hecho de que era el chico más hermoso que había visto en mi vida, más la incomodidad que había sentido (la cual me dejo insegura de por vida) hacían un poco difícil mi control. No hable mucho pero parecía que la conversación estaba destinada a morir por falta de tema así que decidí irme sin antes darle una última carga de incomodidad, un ultimátum: “bueno, la verdad es que no se que decirte, me gustas mucho, me tengo que ir, chau”
“Dios mío” pensé al cerrar el msn, podía estar excavando mi propia tumba y no me habría dado cuenta, era evidente que yo quería torturarme cada vez más y haciéndome quedar en ridículo cada vez más, nunca supe porque siempre iba y confesaba mis sentimientos, todo el mundo me decía que no debía hacer eso, pero yo sentía que guardar mis sentimientos hacia a alguien era como un secreto y que con los día iba ganando peso, siempre preferí que quien me gustaba supiera lo que yo sentía, como para que tuviera opciones, para que yo siempre estaría ahí esperando si cambiaba de opinión, algo así como Jacob Black…
Al otro día, mientras me cambiaba, pensé que no había evaluación que superara el terror que estaba sintiendo por salir al exterior y encontrarme con unos ojos conocidos, pero ante la puerta me armé de valor, salí de mi casa, y me fui decididamente…

jueves, 7 de agosto de 2008

Esos tontos años...

Parte 1

Hoy, simplemente por mi aburrimiento; o por el hecho de que todos mis juegos de PC no me funcionan, voy a escribir un rato más…
La verdad es que esto es como un diario para mi, con el riesgo de que alguien podría leer esto (lo que seria muy embarazoso)…
Hoy estaba viajando en un colectivo y me di cuenta de que en la calle habían muchas parejas de enamorados, y yo me preguntaba: “¿porque hay tanto amor y yo no tengo ni un poco?”. Todos dicen que el amor es precioso, que es el mejor sentimiento que se puede sentir, “arriba el amor” y esas cosas, el matrimonio, el noviazgo, pero ¿que hay de las personas que son como yo? Ustedes saben: los que aman sin ser amados, “los otros”, los que sufren del mal de amores, lo que reciben la peor paliza del amor, el lado feo de el, ¿Qué pasa con ese tipo de gente? Son ellos los que hacen que el amor sea más bello, fíjense en los poetas: con mal de amores realizaban los poemas más bellos relacionados con el amor, los cantantes, etc. Cuando alguien tiene mal de amores es como si estuviera drogado: les salen las mejores cosas cuando esta pasando por ese “estado”, noten por ejemplo a Stephen King quien siendo drogadicto escribió muchísimas obras de arte de terror pero estoy divagando. ¿Quieren saber sobre mi experiencia de amor? Bueno, aquí les va… Hace ya tres o cuatro años que entre al colegio San Agustín, entre en 7mo grado, imaginense que ser nuevo en una escuela es lo más aterrador del mundo: todos te miran como si fueras una especie de atracción nueva de algún zoológico y todos se te acercan como moscas a la miel. Al comienzo, en lo que respecta a lo social, todo es color de rosa en verdad: pareces tener millones de amigos, compañeros con quien hablar sobre cualquier cosa en cualquier momento, y gente con quien salir una tarde al cine a divertirte a tu disposición. Pero… todo tiene su contrato y en todo contrato, hay una “letra pequeña”. La letra pequeña de esto es que tienes que acomodarte a un estereotipo, si, seguramente deben saber de eso, este estereotipo en el colegio se aplica a hombres y mujeres, este último, más exigente, ya que las mujeres ocupan un campo social muchisimo más amplio que el de los hombres… Las chicas, manejan todo… Deciden los grupos, los novios, y son el centro del universo socio-escolar, siempre y cuando, tengas los requisitos mínimos del estereotipo para ser la “líder” de este universo. No era mi caso, obviamente, pero este estereotipo tenia que aplicarse si o si a todas, absolutamente todas, yo realmente nunca pude hacerlo, no encajaba en ninguna caja… Por eso era invisible para todos, bueno, eso creía…
7mo grado pasó como una bala de galeón de guerra, sin ninguna tempestad. En el primer año de secundaria comenzó el problema… Habré contado millones de veces esta patética historia, admito que me siento un poco idiota contándolo pero esto es simple terapia que debo aplicar para “descargarme”, además de la psicóloga, esto es muy útil…
En primer año, nos cagan, así de simple, hay una semana de tres días, escolarmente hablando, en la que sólo tiene clases 1er año como para “adaptarse” (ahora estoy en 3er año y no me adapto todavía jeje), esos tres días calzaron a la vida cómodamente, fueron intrascendentes e indoloros, completamente aburridos, la única metamorfosis que hubo fue la separación del curso en varios grupos, nos estábamos definiendo a los amigos, afortunadamente, había una vacante en un grupito de pocas chicas a las que identifiqué como “amigas” y a algunas de ellas como “mejores amigas”, no duró pero no viene al caso… Luego de esos tres días, en nuestra segunda semana ya estaban todos los años desfilando por los pasillos del piso de secundaria. Había millones de caras nuevas para mí, pero sinceramente miraba a todas con el mismo interés con el que miro el canal que pasa los números de lotería que mira mi mamá. El primer día transcurrió normal, bajando por las embotelladas escaleras escuchando risas y gritos, esta vez estaba sola, pues mi hermana había desaparecido entre la masa de gente y no tenia muchas ganas de buscarla, total, podía ir a casa sin mí. Caminé, cruzando la cuadra del colegio por su esquina, usando la usual ruta hacia mi casa, hasta que, enfrente mío, lo vi…
Tenía el pelo castaño claro, pajoso digamos, con capas que se doblaban solas por el frizz y que parecía ser el rutinario peinado, su piel se hacía notar en su cuello destapado: era de un bronce muy claro, un precioso color… Su espalda no era muy ancha como la de la mayoría de los chicos que estaban en “la mira” de las estudiantes, de hecho, era delgado, muy delgado, un fideo, llegué a la conclusión de que con la edad que parecía tener y conociendo a los chicos y a su apetito de dragón, no podría ser anorexia y me dejé llevar por la teoría del metabolismo rápido. Sus brazos eran finos y largos, estaban ocultos por el sweater del uniforme del colegio pero este era tan corto que me dejó ver sus muñecas y sus manos: sus dedos eran largos y parecían ser diez versiones en miniatura de sus brazos, las uñas, perfectas, limpias y cortas: “¡bien!”, pensé, eso era estéticamente aceptable, no hay cosa que odie más que las uñas sucias y largas en los hombres. Al igual que su sweater, su pantalón protocolar gris, que abrigaban sus largas piernas, le quedaban cortos, dejándome ver parte de sus medias grises y unos zapatos peculiarmente formales, no eran los tradicionales y típicos hush puppies que todo estudiante, hombre o mujer suelen llevar, estos SI eran zapatos, negros, con una hebilla dorada (¿o era plateada?) a cada costado de ellos. Estos y su pantalón hacían a su imagen algo graciosa… El chico era, literalmente, plano. Pura fibra, cero músculos: un blandengue, diría una amiga. Hubo dos cosas más, que llamaron poderosamente mi atención: la primera era que se veía terriblemente frágil, era tan delgado que parecía una rama, como si una simple brisa lo pudiera volar; la segunda, era su andar: era irresistiblemente elegante, tranquilo, seguro, no era encorvado como otros, era tan recto como una regla. Todas estas cosas hicieron que se despertara la llama de la curiosidad y me imaginé como sería verlo de frente…
Caminando detrás de él, tratando de alcanzarlo, estaba empecinada por verle la cara, pero no pude: además de su andar armonioso, era tan ágil y ligero como una pluma, o por lo menos eso parecía, no lo pude alcanzar ya que, repentinamente, cruzó la calle y con mis ojos maravillados pude ver que entraba en una casa que yo conocía: su primer piso era de pared negra y el resto era amarillo muy claro. La casa la había visto millones y millones de veces, había visto la rosa de los vientos en el techo, las ventanas blancas, el pequeño balcón, las puertas, toda la casa, porque pasaba por ahí todos los días y porque estaba a la vuelta de la mía. En eso me pregunté como es que no lo había visto antes.
Como si nada, seguí hasta llegar a mi casa…
Llegaba tarde a la mañana siguiente con mi hermana, estábamos dando la condenada vuelta que me separaba de mi casa y de la del chico misterioso del día anterior, entre las corridas me había dado cuenta de que en ese momento pasábamos por enfrente de su casa. Mi oído se tensó al escuchar el sonido de una puerta cerrándose y automáticamente gire la cabeza, en eso pude ver al chico de los pantalones y sweater cortos, sus zapatos, sus brazos, sus piernas, y SU CARA. Hasta donde mi visión me permitió, pude ver la ondulación de su pelo ajustándose a su cara, esta era ovalada y por su delgadez corporal algo “absorbida” en los pómulos y cachetes, su frente, media tapada por un flequillo improvisado, al parecer tenía ojos claros y no pude ver su color, sus cejas no eran un problema porque eran finas y elegantes, una nariz perfectamente larga y recta, quizás un poco grande en proporción al resto de sus rasgos faciales, sus labios eran muy finos, casi no tenía, y su pera era delicada. Esa imagen me dio un ligero shock, el lado poético de mi cerebro me decía que su cara parecía ser tallada por ángeles, copiada de uno o me incrustó la teoría de que él era uno. Era delicado, simple, precioso, una vocecita en mi cabeza me sugirió pensar en la palabra “perfecto”, eso era: perfecto, no podía haber otra palabra que mejor encajara a su descripción. Luego, como esperaba que haga, cruzó la calle y se acomodó a unos metros delante de nosotras, a mi hermana no pareció interesarle, pues no le había hablado de él aún, debía conseguir más información, yo estaba intrigada, embobada con su figura delante mió, a solo unos metros, no me había dado cuenta de trivialidades como que el tenía en su espalda una mochila de los Beatles, “¡cada vez más perfecto!”, pensé, los Beatles se habían instalado en mi familia desde antes de mi nacimiento y era una blasfemia que no me gusten, ya concebía como blasfemia que a nuestra profesora de música no le gustaran sin salir de mi sorpresa, pero en fin, son opiniones…Seguimos, Agus: apurada, yo: estupidizada. Llegamos al recinto escolar, y observaba con fascinación lo rápido que este individuo subía las escaleras y no parecía cansarse (eso me hizo replantearme hasta que punto no tenía músculos), después de que nos pusieron la llegada tarde, seguí mi camino hacia mi aula, el chico no dobló para subir el otro piso, así que deduje que de 5to año no era (porque en el piso de arriba sólo estaban los de 5to año), ni de 4to, ni de 3ero al ver que no entraba en ninguna de esas aulas del pasillo entonces sólo quedó una opción: 2do año. Me paré en la puerta de mi aula que estaba cerrada, esperando convalidar mi teoría y cruzando los dedos porque no entre al baño de hombres que estaba al final del pasillo, hasta que lo vi detenerse en la última puerta, la que estaba alado del baño, y observe hipnotizada como tocaba la puerta con su puño, lo que no me esperaba era que girara su cabeza en mi dirección al notar que yo estaba ahí parada, la sangre en mis cachetes fue inmediata y violentamente giré mis ojos y toqué la puerta desesperada, y luego mirando mis uñas como si estuviera distraída, moviendo el pelo y hacer cualquier otro acto que demuestre que él no era mi atracción principal. El entró despreocupadamente y así lo hice yo también aunque un poco acalorada. Por primera vez tuve su atención y sus ojos se posaron en los míos por una milésima de segundo… "Perfecto" volví a pensar. Era evidente lo que había pasado: me había enamorado...




Esta es quizás, la parte más "rosa" de 1er año, la parte que no duele, lo que no sabía es que de esa guerra no iba a salir triunfante exactamente...