lunes, 23 de junio de 2008

Ojos

La verdad es que nunca me habían hecho una descripción... de mí... Hasta hace unos días, alguien se digno de hacerme una, y regalármela, a lo mejor como un regalo de cumple...
Por eso, ahora que estoy debatiendo en mi interior dudas existenciales y reflexiono acerca de preguntas relacionadas con la vida y la muerte me gustaría poner esta descripción de mí, vista desde el punto de vista de este ángel, al cual, gracias a Dios, tengo el placer de llamar "amigo"...
"Llegó al colegio, no hay muchas personas a la hora en que llego... Poco a poco se llena el aula, anteriormente vacía, en la que antes contemplaba el asiento vacío de una de mis mejores amigas... Hueco y solitario; seguramente esperando a que su dulce y bonita dueña lo ocupe, sentándose en la silla, con mucho cuidado de no arrugar su pollera, esa parte del uniforme que tanto odiaba, mientras posaba sus pálidos brazos, ocultos por la camisa y el buzo en el banco en donde la palabra "limpieza" se reflejaba, pues al contrario de muchos de nosotros, no escribía en su banco para matar al tiempo, al contrario: lo limpiaba!, limpiaba su banco! algo muy inusual en un alumno de 3er año, limpiaba su banco con una carilina y quitaba el grafito del lápiz que se negaba a salir usando su mano, odiaba el resaltador que su amiga usaba escribiendo mensajitos como "fulana y mengano", realmente era muy gracioso ver que alguien se ocupara de su banco con la dedicación de una limpiadora compulsiva, pero igual no me sorprendía mucho: sabía que era especial. Luego de unos cuantos minutos el aula estaba completamente llena, hasta que al fin tocó el desquiciado timbre con fin de destruir por completo para volver a la realidad y pararme firme para recibir a la profesora. El banco que esperaba que estuviera ocupado se hallaba desilusionadamente vacío... Comprendí que era estúpido deprimirse porque no había llegado, no sería la ultima vez que asistiría al colegio! era absurdo!, "quizás llegue tarde", me dijo una voz en mi interior, y la cuestión era que esa vocesita tenía razón: con todo el respeto de una princesa aguardó a que terminaramos la oración diaria para tocar la puerta y allí apareció: su blazer le quedaba demasiado grande (se notaba por sus hombreras que se doblaban en sus hombros), tenia los dos primeros botones de su camisa abiertos, el segundo escondido por su corbata bien ajustada dejando al descubierto su cuello y garganta, dejando entreveer la promesa del hueco de su clavícula (que gran observación!), el buzo gris hacia dibujos en su abdomen demostrando las arrugas que hacía la prenda que este tapaba, ella tenía la pollera más larga de lo normal, o por lo menos más larga que el resto de las alumnas del colegio que suelen usarla lo más corta posible mientras que ella la utilizaba estrictamente antes de llegar al fin de sus rodillas. Como siempre que llegaba tarde: llegaba casi arrastrándose, jadeando, haciendo entrar todo el oxígeno posible, se arrastraba hasta el banco, ponía su mochila en el suelo frío, y abrigaba su silla con el blazer mientras que se arremangaba dejándomo ver sus antebrazos blancos por dentro y de una tonalidad más dorada en los lados externos... Sacaba, casi eufóricamente, su carpeta y su cartuchera y las atornillaba en la base de su mesita. Su pelo suelto, castaño con sus reflejos, era una de las cosas que más me gustaban de ella: tenia algun que otro rulo en la parte de adelante que se ajustaban al contorno de su cara obalada, y sacando estos mechones juguetones, el resto era todo lacio en su integridad, tenía una cuantas capas, resultado por un corte desmechado que le daba personalidad. Algo curioso que ella hacía que estaba comenzando a considerar como un tic es que siempre colocaba todo su pelo a un costado (a mi costado) dejando su cuello descubierto por el lado derecho. Otra curiosidad de su melena era que ella concientemente tapaba su cara de mi vista con ella, haciendo una cortina, una barrera entre su cara y mis ojos.
Luego de esa hora, al tocar el timbre de neutro recreo reparador, se levantaba como si la llevara el aire y se dirigía a una corta distancia de mí para saludar a su amiga, tenía una sonrisa cálida y tierna y en mi interior proferí un suspiro al reconocer que su sonrisa seguía siendo la misma después de tantos años de conocerla... No la veía en el recreo, siempre que mis ojos la encontraban se hallaba con sus compañeras, de vez en cuando riendo, apoyada en una columna del patio, con su pelo brillando en el sol matutino descansando en sus hombros y escapando por su espalda.
Cuando volvíamos al aula ella se encontraba ya sentada en su silla, con sus brazos levantado y entrecruzados su dedos como si estuviera rezando, con su vista al techo y sus ojos profundos y reflexivos acompañados con sus cejas arqueadas, era como si estuviera pensando en algo que la entristecía, sus ojos delataban que se trataba de algo que le causaba dolor. Me angustiaba sobremanera verla así y no podía contener mucho más preguntarle que era lo que le pasaba, pero me detuve y simplemente la saque de su ensoñación saludándola: con su voz suave y dulce me saludo a mi también con sus ojos encendidos que volvieron a la vida demostrando una gran felicidad, en cierto modo esto me alivio muchisimo. Ella mantenía esa miraba tan feliz y tan placentera que parecía como si me hubiera transmitido a mí su alegría. Era por que yo la había saludado? No lo sé. Cuando me senté en mi banco, desde él comencé una charla amigable preguntándole como estaba y ella respondía con cada vez más entusiasmo, al volver la profesora toda esa alegría se desvaneció, volvió a esa tristeza antigua, dolorosa que tanta inquietud me causaba... Me pregunto en qué estaba pensando como para que su cara reflejara tan claramente la naturaleza de sus pensamientos: sera porque le iba mal en el colegio? será... por alguien? Quise desesperadamente saber, simplemente por curiosidad... Debía tener un secreto que le dolía tener, algo era...
Entonces me encontré cara a cara con su dolor cunado disimuladamente se dio vuelta para mirarme. Yo sostuve sus ojos y ella me sonrió con pena. Parecía ser que yo tenía algo que ver con ese pesar, pero no pude imaginarme en que estaba involucrado yo.
Su dolor psíquico me preocupaba mucho más que el físico (aunque igualmente me angustiaba), este ultimo tenía que ver con sus horas de danza jazz o cuando rara vez iba a gimnasia las tardes de martes y jueves con algún dolor muscular que me resultaba algo gracioso al no poder bajar las escaleras o sentarse sin que pareciera una mujer de 90 años.
A veces, suelo cruzarmela en el pasillo de las aulas... Tímidamente se abrazaba a su blazer y hacía que miraba al cielo o al piso de manera muy adorable, a veces la escuchaba cantar canciones alegre que me indicaban que no había nada por que temer ya que su estado de animo mostraba ser bueno, también silbaba... No hacia mucho desde que había adquirido esa capacidad pero desde que la aprendió por una curiosa petición de su dentista no paraba de hacerlo. Ella se veía feliz y se mostraba como si fuera un duende de apariencia alegre. Incluso me alegraba a mi cuando yo tenía un mal día.
Realmente tengo que agradecer, no se a quien, no me considero muy creyente, pero quizás sea Él el responsable de haberme mandado a esta personita que hace que mis días escolares sean un poco más interesantes, más alegres y más impredecibles... "

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