martes, 15 de julio de 2008

Viento

Parte 1: Leiless Hill y la Residencia Woodred

Había un pueblo, como muchos otros. Este era el pueblo Leiless Hill, en el, había un pequeño local dónde se vendían los alimentos para la población del mismo, tenía una carpintería, una farmacia, panadería que hacía el trabajo de pastelería también, una biblioteca, una taberna, una hostería para los forasteros y como este pueblo estaba al lado del mar tenía una pescadería y un precioso faro. También he de agregar una humilde pero bella iglesia, la mansión del gobernador, un hospital y otra peculiar mansión... Esta, anteriormente era un antiguo orfanato de niñas pero que luego se convirtió en el hogar de un botánico con mucho dinero que se había trasladado a Leiless Hill hace unos años. Lo peculiar es que se transformó en el tutor de las 19 huérfanas que vivían ahí dejando que vivieran en su mansión. Este hombre, era llamado de varias formas: las niñas lo llamaban maestro o profesor pero su nombre era William Woodred, tenía 48 años y era un célebre botánico que se había retirado de su oficio recientemente y se había mudado a Leiless Hill. Al instalarse en el orfanato mandó a construir un invernadero al lado, se dispuso a colaborar con la farmacia y el hospital en la preparación de remedios de procedencia vegetal y se dedicó a educar a las pequeñas ocupantes de la casa: les enseñó a leer, a escribir, les enseñó ciencias sociales y naturales y las leyes de educación para convertirlas en damas. Las niñas eran de todas las edades: había señoritas de 6 años, 10, 14, 15, 16, 17 y había dos de 18. De todas esas niñas, el profesor Woodred centró mayor parte de su atención en cinco de ellas: Elizabeth o Lizzy, como le decía el, de 14 años de edad, Zoe, de 16, Carmen, de 6 años y por último Sibila e Iris, las únicas dos de 18 años. No es que el las quisiera más a estas 5 chicas, es que simplemente, se destacaban por diferentes razones: Elizabeth era muy astuta y podía vérsele en sus ojos celestes entre sus cabellos castaños una viva y fuerte intuición,Zoe era muy buena en los deportes,era muy ágil,enérgica y con mucha iniciativa por eso formó un físico esbelto y atlético,Carmen era vivaz y muy inteligente,a su edad ya podía leer y escribir como su maestro. Era alegre -característico de la edad- y apasionada por el aprendizaje y por los juegos. Sibila era la madurez encarnada, era muy sabia y silenciosa; había cierto misterio en ella y era intrigante. El profesor Woodred siempre pensó en Sibila como alguien cuyo pasado -del cual no hablaba nunca- no había sido el mejor y como a alguien digno de admirar y respetar. Le gustaban los paseos diurnos por el campo, los bosques y la playa así como los nocturnos,quizás por que le servían y le daban momentos de reflexión: algunas de sus compañeras bromeaban con ella diciendo que era un vampiro pues no era difícil distinguir su pelo lacio y negro, su complexión pálida y sus ojos verdes e intensos en la oscuridad de la noche. Sonreía muy poco y era muy callada. Iris era completamente lo opuesto: amaba la naturaleza, era extremadamente alegre, quizás demasiado. Amaba todo, estaba obsesionada con el amor y el romance. Pasaba dos días de la semana en la biblioteca de la mansión leyendo sus novelas, otros cuatro días paseando, cantando, tocando el violín en el salón de música o jugando en el faro y por último, en el día restante ella y Sibila eran enfermeras voluntarias en el hospital ya que el profesor les había enseñado medicina y ya eran lo bastante mayores como para aplicar esos conocimientos y para hacerle un servicio gratuito a la comunidad dado que no necesitaban dinero. También enviaban al hospital y a la farmacia los remedios nuevos preparados por el profesor... Y así era como transcurría la vida en la residencia Woodred del pueblo Leiless Hill, un pueblo común y corriente salvo por dos pequeñas particularidades: la mansión en la que vivía un noble hombre que se dedicaba a educar a unas huérfanas para convertirlas en damas y por la segunda particularidad... El viento... El viento o el aire, como gusten, traían forasteros siempre que soplaba y acariciaba las copas de los árboles, por esto, la dueña de la hostería, la señora Harris, se frotaba las manos con expresión expectante y paciente... Porque el viento cumplía al pie de la letra, sin falta, trayendo turistas...
Una mañana, el viendo de Leiless Hill, protocolarmente, trajo un nuevo forastero, pero lo que nadie sabía era que este hombre cambiaría la vida de los ocupantes de la residencia de William Woodred por completo y para siempre...

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